capítulo 29

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¡Estúpida tú!

Capítulo 29.

Hoy estoy haciendo mis dramas como es habitual, drama nivel Dios, Álex literal me saca  a rrastras de la cama para hacer nuestra rutina de ejercicios en el gimnasio de casa, yo quería seguir calentita, pero ni modo.

Reconozco que me encanta verlo con sus pesas, el sudor recorrer su perfecto abdomen, pero aún así sigo enojada. Él solo niega y sonríe de esa manera que derrite cualquier glaciar, me derrite por completo.

—¿Seguirás así? —pregunta. 

Sigo en la caminadora y lo ignoro por completo.

»Hay que empezar el año con toda la actitud ¿sabías eso?

Se posiciona frente a mí. Mis ojos se clavan en los suyos, todo mi cuerpo cobra vida propia cuando él me mira de la manera en la que lo hace.

—Eres una mocosa tan caprichosa y grosera —lo dice sonriendo.

Hago un puchero.

—Sabes que me gusta sudar, pero no así —muerdo mi labio inferior, él sigue cada movimiento con la mirada.

Sonríe.

—Haberlo dicho antes —enarca una ceja con malicia—, ¿te invito a hacer sentadillas?

Lo miro.

»Pero encima de mí.

—Esa idea suena increíble —digo mientras doy un paso adelante—, ¿Qué tal unas flexiones de cuello?

Álex sonríe.

—Eso me encanta.

Deja un beso en mis labios mordiendo mi boca, provocándome. Cerramos la puerta con seguro cerciorándonos que nadie interrumpa nuestro tiempo de ejercicio.

Llego a mi oficina y como algo súper extraño Katia ya llegó. Salgo de nuevo, abro  la puerta y la vuelvo a cerrar. Luego vuelvo a entrar, la miro con un gesto exagerado de sorpresa, ella solo me saca la lengua, suelto una carcajada. 

—¿Estás bien? —le pregunto.

—Soy una persona responsable —me lanza un trozo de papel.

Suelto una carcajada. Me quito mi abrigo y lo cuelgo junto a la puerta igual que mi cartera, dejo mi celular sobre mi escritorio, lo rodeo y me siento. Justo en ese momento escucho tres golpes en la puerta, Katia se adelanta y dice:

—Adelante.

La puerta se abre, cruza el umbral un mesero con una pequeña caja de cristal.

—Señoras, buenos días —hace una reverencia para ambas—, señora Paola, un mensajero ha traído esto para usted.

Deja la pequeña caja sobre mi escritorio. Dios, esto no puede ser. Le agradezco y él se retira. Ruedo los ojos al mirar la caja.

Es transparente y adentro tiene un mini ramo de  tulipanes rojos y tres tarjetas.

—Déjame adivinar ¿tu admirador? —pregunta Katia desde su lugar.

Asiento.

Tomo la caja dispuesta a tirarla a la basura.

—Espera —Katia levanta su mano—, ¿no leerás las tarjetas?

Suelto aire por mi boca.

—No tiene sentido, es más no entiendo porque las reciben si di órdenes de que no lo hicieran.

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