capítulo 68.

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¡Estúpida tú!

Capítulo 68.

Mierda he dejado de respirar unos segundos, ¿Qué demonios está pasando? Dos lágrimas se me escapan ¿Qué hice? No me muevo porque nada en mí responde, ni siquiera puedo pensar con claridad. Inhalo y exhalo necesito centrarme. Me subo al coche, lo enciendo y acelero, necesito respuestas, pero tengo miedo y es la cosa más horrible que he sentido en toda mi vida.

Saludo a Rosa y le pregunto por el niño, me dice que lo han llevado a retirarle las suturas. No me queda más que esperar. Subo al que era su cuarto, abro la puerta, pero no soy capaz de cruzar el umbral, vuelvo a sacar el papel, es su letra, mi mente vuela a mil por hora, mi cuerpo se tensa, cierro los ojos y trato de recordar cada cosa. El día que le reclamé lo del beso, sus palabras, sus gestos… ¡Mierda! se supone que la conozco ¿Por qué no noté nada?  Me paso las manos por el cuello y suelto aire por la boca. Ni siquiera me atrevo a pensar que algo malo está pasando porque no lo resistiría, no puedo con eso ¿Y si de verdad ella no está bien? yo voy a morir.

No sé por qué razón recuerdo ese último beso que me pidió antes de irse, ese pequeño beso que fue tan amargo. Trato de respirar, la sensación es agobiante. El sonido del auto llegando me saca de mis pensamientos, cierro la puerta y regreso a la sala. Saludo, el niño me enseña su frente, ya le quitaron las suturas. Me dice que lo espere y se va corriendo a recoger las cosas, Estefanía me vuelve a advertir me dice que me dará un voto de confianza y que espera que no cometa otro error.

El niño se despide y sale delante de mí, sonrío, siento un fresquito al tenerlo otra vez conmigo. Apenas se sube al auto le digo.

—¿Recuerda que tenemos una conversación pendiente?

Él me mira y luego mira alrededor.

—Quiero ir al lago de Central Park, quiero  dar un paseo en barca.

—Claro que sí. Hijo ¿de verdad mamá te visitó en la clínica? 

Mini Álex me mira y asiente.

»¿Qué te dijo, cómo estaba?

—No pude verla muy bien porque estaba medio dormido, pero sí escuché y recuerdo muy bien lo que me dijo. Cuando lleguemos te cuento.

Me genera mucha curiosidad la actitud del niño. Llegamos a Central Park y alquilamos una barca, nos indican cómo remar y todas las medidas de seguridad. Él niño mira a todos lados y sonríe.

—Yo sé como hacerlo —mueve el remo—, yo estuve aquí con mamá.

Mi gesto lo dice todo.

—¿Cuándo? —indago con curiosidad.

—Antes que mamá se fuera de viaje.

Trato de sonreír, pero esa sonrisa se congela cuando él me dice.

»Ella me trajo aquí porque me tenía que explicar algo, me puso una misión que debo cumplir, por eso fue a la clínica, a decirme que ya era hora de actuar.

Abro los ojos y lo miro perplejo.

—¿De qué hablas?

Se inclina hacia delante y susurra.

—Del juego, yo sé que tú eres policía, mamá y yo somos detectives.

Ahora sí que no entiendo nada, entonces el niño empieza a contarme todo, tal como ella se lo dijo.

—Mamá me dijo que iba a escuchar cosas horribles de ella, pero que pasara lo que pasara recordara que ella nos amaba  y hasta daría la vida por nosotros.

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