capítulo 49.

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¡Estúpida tú!

Capítulo 49.

Toma una silla y la arrastra para sentarse frente a mí.

—Te voy a explicar desde el principio.

Asiento aún con el ceño fruncido. Álex empieza a contarme todo tal cual pasó.

»¿Ahora lo entiendes? A mí también me ha tomado por sorpresa.

Me incorporo y empiezo a caminar de un lado a otro, me detengo, pellizco el puente de mi nariz y suelto aire por mi boca.

—¿Estás queriendo decir que tú tienes que trabajar con ella? —respiro—, ¿las veces que ella te quiera citar tú debes ir?

Álex asiente. Apoyo ambas manos sobre mi escritorio y suelto un gruñido. Álex avanza tres pasos, acaricia mis dedos con los suyos.

—Ella es solo una clienta más, la señora Díaz.

Levanto la mirada.

—¡Entonces cancela el contrato! —exclamo.

Álex se pasa las manos por el cuello.

—No puedo hacer eso, incumpliría una de las cláusulas y tendría que pagar una millonaria suma de dinero.

Exhalo con frustración.

—Lo ves, ella lo planeó todo. Ahora quién la aguanta queriendo estar cerca de ti como sanguijuela.

Suelto un gruñido.

—Vamos nena, me conoces.

Me cruzo de brazos y le doy la espalda haciendo uno de mis berrinches magistrales.

—No la quiero cerca de ti, no quiero.

—¡Nena! Te comportas como una niñita caprichosa.

Ladeo la cabeza solo para mirarlo y le saco la lengua. Escucho un gruñido.

—¡Por todos los malditos demonios, contigo no se puede! —exclama, lo escucho caminar de un lado a otro—, ok, rompo el maldito contrato y pago la cláusula, pero tú despides a ese chef.

Giro sobre mi propio eje para mirarlo a los ojos. Tiene el ceño fruncido, su típica cara de gruñón.

—¿Qué tiene que ver Thomas con todo esto? ¿Acaso soy yo la que tiene un contrato con él? —elevo una ceja.

Álex rueda los ojos.

—No soporto que esté a centímetros de ti, la manera en que te mira no me gusta. Además a mí no es al que le andan agarrando la mano.

Me recargo en mi escritorio.

—Primero que todo, él no me agarraba la mano, sólo me lastimé con el cuchillo y él me ayudó.

Me incorporo.

»Además una cosa no tiene que ver con la otra, él nunca me ha dicho nada raro. ¿Y ajá, él es el que se sienta en mi escritorio y me devora con la mirada? —lo digo con sarcasmo.

Álex se pasa las manos por el cuello y exhala con frustración. Amo volverlo loco, lo sigo mirando con el ceño fruncido, aunque contengo una risita, me encanta sacarlo de quicio.

—Contigo no se puede —exclama—, tú crees que estoy feliz de haber firmado ese estúpido contrato. Te juro que si fuera fácil romperlo ya lo hubiera hecho.

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