capítulo 16

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¡Estúpida tú!

Capítulo 16.

Baja y sube  lentamente su mano  por mi espalda, pega su frente a la mía.

—¿Por qué no me llamaste? —pregunta con el ceño fruncido.

Retrocedo, me paso  las manos por la cabeza bajándolas hasta mi cuello.

—Solo fue una pesadilla —susurro.

Doy la vuelta y empiezo a caminar hasta llegar a la terraza, Álex me sigue.

—¿Una pesadilla? —Se posiciona a mi lado— . ¿ Y lo del centro comercial? El niño ya me contó.

Lo miro unos segundos y luego vuelvo  la mirada al vacío.

—Que comunicativo me salió ese niño.

Trato de sonreír, pero Álex sigue molesto esperando una maldita respuesta.  Apoyo las manos en el barandal y agacho la cabeza, respiro profundo varias veces, luego suelto todo el aire que contenía acompañado de un par de lágrimas, frunzo los labios y suelto.

—Tengo miedo, por alguna extraña razón tengo esa maldita sensación.

Álex me toma de las manos y me mira.

—¿Qué fue lo que soñaste?

Mis labios empiezan a temblar, Álex me rodea con sus brazos acercándome a su pecho, escucho los latidos de su corazón, esos que me dan tanta tranquilidad.

—Soñé con… era él con el rostro quemado.

Álex coge mi rostro en sus manos obligándome a mirarlo.

—Sabes que mientras tenga vida nadie va a tocarte.

Asiento.

»¿Qué fue lo que pasó en el centro comercial?

Me toma de la mano, nos sentamos en un pequeño mueble.

—Volví a sentir esa sensación de sentirme observada, creí ver o vi una silueta en medio de la multitud, no lo sé.

Empiezo a mover mis manos, él las toma entrelazandolas  con las suyas.

—¿Un hombre o una mujer? —levanta una ceja.

—No lo sé, tenía un abrigo negro, o creí, ya no sé que pensar. ¿Me estaré volviendo loca?

Me mira y se levanta, camina de un lado a otro.

—Nena, loca ya estás, entonces descartemos eso y si es Aníbal o…

Se queda en silencio, yo termino lo que él no pudo.

—Angélica.

Él me mira con su gesto serio y luego esquiva la mirada. Me levanto, deslizo mi mano por su brazo.

—¿De verdad crees que sea alguno de los dos? —inquiero.

—Espero que no, no quiero a ninguno cerca de nuestro hijo.

—Concuerdo contigo —Respondo—, no creo que sean ellos, si antes no hicieron nada por buscarnos, menos lo harán ahora.

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