capítulo 32

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¡Estúpida tú!

Capítulo 32.

Narra Katia.

Estoy  hablando con Sophia cuando escucho que preguntan en la puerta por Paola.  Levanto la mirada y lo veo, me cubro la boca con mi mano y maldigo para mis adentros.

—¡Joder!

Me apresuro a llegar antes que el mesero responda.  Lo miro de pies a cabezas y oh por Dios, no se puede negar que está bien guapo el condenado. Me concentro en lo realmente importante.

—Señora Katia —Habla el mesero mientras me mira—, el joven pregunta por la señora Paola.

—Está bien, yo me encargo.

El mesero se retira. Levanto la mirada y lo miro fijamente.

—¿En qué puedo ayudarle? —interrogo.

Extiende su mano y me saluda.

—Mucho gusto, mi nombre es Sergio.

Estrecho su mano.

—Katia —respondo—, ya sé quién eres.

Eso último se me salió en voz alta. Él ladea la cabeza y me mira.

—¿Perdón?

Le regalo una sonrisa de boca cerrada.

—¿En qué podemos ayudarlo? —respondo con otra pregunta.

—Quisiera hablar con la señora Paola —responde mientras mira con curiosidad  todo el lugar.

—La señora Paola, está en una reunión importante, si gusta puede esperarla. Veré si puede atenderlo.

Él me mira fijamente y sonríe de lado.

—Usted sabe perfectamente quién soy, no tiene porqué fingir. Tal vez ella se niegue a recibirme, pero aún así lo intentaré. 

Mete las manos a los bolsillos de su pantalón.

»La esperaré.

Vaya que salió frentero.

—Perfecto, espere un momento.

Camino en dirección a Sophia y le pido que lo lleve a la parte superior y lo acomode en una mesa de la terraza mientras yo aviso a Paola. Sophia me mira con un gesto de confusión, me dice que Paola no está en ninguna reunión, le pido que haga lo que digo, ya luego le explico. Ella asiente y se dirige hasta Sergio, le hace algunas señas y él la sigue. 

Cuando desaparece de mi campo de visión salgo corriendo como una loca, al entrar a la oficina por poco tumbo la puerta. Paola me mira con un gesto de confusión, respiro profundo retomando el aliento y lo suelto. Al principio Paola no me presta mucha atención, pero cuando digo «Sergio» se levanta de golpe, el gesto de su rostro se descompone y sus manos cobran vida propia.

Retrocede aterrada mientras niega.

—Tranquila, tienes que calmarte.

Se detiene cuando su espalda choca con la pared, en un susurro casi inaudible pregunta.

—¿Qué hace aquí?

—Dice que quiere hablar contigo.

—No —exclama con fuerza—, no quiero.

Se cubre el rostro con sus manos temblorosas. Sé lo difícil que es todo esto para ella, pero lo mejor es enfrentar todo de una vez. Doy un paso y me posiciono frente a ella, tomo sus manos y las alejo de su rostro, están heladas.

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