capítulo 10.

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¡Estúpida tú!

Capítulo 10.

Dejamos al niño en la escuela y luego cada quien a su trabajo. Katia me dice que ya tiene las hojas de vida de los chefs que más han llamado su atención, me pide que las revise para concretar qué día hacemos la entrevista.

Las reviso hay varios perfiles que me gustan mucho, elegimos cinco de ellos. Luego le pido a Sophia que se comunique con ellos y los cite  el lunes a las cinco de la tarde. Ya que Katia me dice que antes le queda imposible porque tiene cita con el pediatra a las tres, entonces no sabe si alcanza a llegar.

Mamá llama para avisar que ya está con el niño en casa incluidos los niños perrunos, ellos están felices de tener a mini Álex, así no se sienten solos.

Tengo puesto un kimono rojo, camino dentro del armario no sé qué elegir. Álex está parado bajo el marco de la puerta, solo trae una pequeña pantaloneta negra, se cruza de brazos y enarca una ceja.

—¡No entiendo a las mujeres!

Curvo mi labio inferior en señal de puchero.

»Nena, tienes casi el tamaño de una habitación llena de ropa y me vas a decir que no sabes qué ponerte.

Me cruzo de brazos.

—No toda la ropa es mía, también hay ropa tuya.

Pasa por mi lado, saca uno de los ganchos y elige su atuendo. Ojala  todo fuera tan sencillo como un hombre a la hora de vestirse.

—Ves, es súper fácil —Afirma— . No entiendo porque te complicas y si no tienes que ponerte yo te presto ropa.

Le saco la lengua, soltamos una carcajada. Ambos recordamos lo mismo, aquel día en el hospital cuando me llevó ropa suya, yo la odié y él disfrutó martirizarme.

—Pensándolo bien mi ropa no te queda nada mal —da un paso adelante, doy pasos hacia atrás—. Recuerdo perfectamente lo sexy que se te veía ese conjunto, aunque te odiaba lo reconocía.

Mi espalda golpea con la pared, me agarra de la cintura y me pega a él.

—¿Me odiabas? ¿Aún no sentías nada, nadita por mí?

Enrollo mis brazos en su cuello, estamos solo a centímetros su aliento caliente acaricia mis labios.

—No recuerdo —enarca una ceja—. Tendrás que recordarme.

Acaricio sus brazos desnudos y sonrío. Busco sus labios y los reclamo con suavidad, sus manos se deslizan por mi cuello apretándome suavemente la garganta, con los pulgares me echa la cabeza hacia atrás, siento la presión de sus labios contra los míos, sus manos bajan hasta mis hombros rozan mis brazos y se pasearon por mi región lumbar. Siento ligeros escalofríos de placer, me aprieta con más fuerza y yo le muerdo suavemente el labio inferior, suelta un gruñido.

—Ya recordé lo que sentía por ti, todo lo que yo quería hacerte, ¿quieres que te explique?

Puedo notar su respiración agitada  y los escalofríos que me provoca. Asiento  como embobada. No sé en qué momento mi kimono terminó en el piso, no sé en qué momento él me levantó y yo lo rodeé con mis piernas. Dejo  ir mi cabeza hacia atrás para darle libertad a sus labios sobre mi cuello, me pierdo en cada una de sus embestidas, con sus dientes rosa mi barbilla y suelta.

—Esto era lo que yo quería hacerte ese día, arrancarte mi ropa y poseerte hasta saciarme.

Uno…dos…tres… quince…veinte… grito, gime, me vengo, se viene… colapsamos juntos, terminamos de rodillas en el suelo, mi respiración y su respiración se sienten  tan agitadas  y temblorosas. Deslizo mi frente sobre la suya, esperando que todo se normalice y susurro.

©¡ESTÚPIDA TÚ! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora