capítulo 9.

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¡Estúpida tú!

Capítulo 9.

Luego de media hora llegamos a Smith Field Hall, es un restaurante bar, un lugar muy bonito con una excelente vista. Estamos un poco lejos de casa, pero es uno de nuestros lugares favoritos. Primero ordenamos algo para comer, mientras platicamos le cuento la manera en que Álex me castigó, ella solo se burla de mí, le digo que se calle, se ríe como bruja.

Luego a Katia se le ocurre pedir un cóctel. Estamos revisando la carta de licores.

—¿Pedimos un whisky escocés? —inquiere.

—¿Qué? ¿estás loca? Quieres que nos embriaguemos, sabes que no me gusta tomar.

Suelta una risita.

—Así olvidas el mal rato de hoy. Ah, ya sé, pidamos un  malibú de piña.   

Suelto una carcajada.

—Tú quieres que me echen de la casa, donde llegue a casa con aliento a piña, si Álex queda vivo me mata.

Soltamos una risita.

—Yo quiero un malibú de cola —comento. 

—Bueno pidamos eso.

—¿No será muy fuerte ese trago? —inquiero dudosa.

Katia me mira entrecerrando los ojos, le hace señas al mesero. 

—¿Ya eligieron? —pregunta amablemente. 

—Sí, pero de casualidad no tendrá un vaso de leche, es que aquí a mi amiga le preocupa que el cóctel sea muy fuerte. 

La mato. El  mesero esboza una pequeña sonrisa, yo frunzo el ceño y ella suelta una risita.

—No haga caso, ella está mal de la cabeza —Agrego— .Puede traernos dos malibú de cola, gracias.

Asiente y se retira. 

—A ti solo te gusta la lechita.

Suelta una risita lo dijo con toda la doble intención. 

—¿Quién dice que no?

Sonreí, el mesero trajo los cócteles. Tiene un sabor a licor no muy fuerte, pero a esos hay que tenerles miedo, tiene buen sabor.

—Hablando de leche, ¿Qué tal el Alexander ese? —indaga. 

Por poco escupo el trago, ella y sus ocurrencias. Y entonces, ¿qué tiene que ver la leche? Ella no va a cambiar, soltamos una risita. 

—Estaba un poco pesado el tipo —llevo la copa a mis labios.

—Se le salían los ojos, creo que lo flechaste. Incluso estuvo preguntando por ti a los meseros, hasta a mí me preguntó. 

—¿Qué decían los meseros? —Indago.

—Que eras un reemplazo y no sabían nada de ti. Fue lo mismo que dije yo, hasta me pidió tu número, lo de hoy estuvo pesado.

—Dímelo a mí —tomo otro trago.

Se remueve en la silla. 

—¿Lo dices por la pesadilla? —pregunta.

Asiento. 

»Eso fueron  los orgasmos que se te subieron a la cabeza.

  Ruedo los ojos, ella sonríe.

—Era tan real, te lo juro. Recordé cosas muy feas. 

Me mira atenta. 

—No pienses en eso, el pasado es pasado, está muerto y enterrado, está bien enterrado, ok. Sabes a qué me refiero.

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