capítulo 72.

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¡Estúpida tú!

Capítulo 72.

La abrazo contra mi pecho y lloro, paso saliva, pero no puedo cortar el nudo que hay en mi garganta, acaricio su rostro con devoción sin despegar mi frente de la suya.

—De verdad eres tú —acaricia mi rostro—, esta vez no es un sueño.

—¡Perdóname! —Mi voz es una súplica débil y temblorosa.

Entonces acabo de romperme, la sensación es tan horrible que siento que estoy muriendo.  Aleja su rostro del mío y entre sollozos susurra.

—Quiero mirarte 

Levanto la mirada y veo sus perfectos ojos bipolares, dibuja el contorno de mi rostro con sus dedos, yo tomo sus manos y me las llevo a la boca, dejo muchos besos en ellas. La vuelvo   abrazar, sentirla tan cerca es como apagar la sed de mi alma. 

—Perdóname por fallarte…

Pone su dedo índice en mis labios. Su mandíbula ha cobrado vida propia, no deja de moverse, ahora es ella la que sujeta mi rostro en sus manos y yo no puedo mirarla, desliza su nariz sobre la mía y nuestras lágrimas se vuelven a mezclar. La abrazo hundiendo mi rostro en su cabello, no quiero soltarla, no quiero. En ese momento todo deja de girar solo somos nosotros dos, tan rotos que si nos soltamos corremos el riesgo que los pedazos caigan al suelo.

—Perdóname —sollozo. 

Se aleja solo lo suficiente para mirarme, pero no puedo mirarla por mucho tiempo, ver como ese maldito la golpeó, tiene el rostro de color morado y está demasiado inflamada, verla así me llena de un profundo dolor, una ira inmensa, saber que yo no pude defenderla, eso me está matando. Bajo la mirada, ella sujeta mi mentón y hace que la mire.

—Solo quiero mirarte para saber que es real —susurra—, déjame verte Álex.

Un par de lágrimas se me escapan y ella vuelve a limpiarlas, entonces me pierdo en esas profundidades azules, la estrecho con fuerza entre mis brazos, no quiero soltarla, no otra vez.

—No es tu culpa —susurra con devoción.

Me incorporo con ella en brazos y la dejo sobre la camilla, paso saliva y retrocedo un paso.

—Sí lo es…

Las palabras se me cortan.

»Se supone que yo te conocía mejor que a nadie y no pude ver lo que otros sí, no pude ver lo que estabas pasando y …

Hago una pausa porque las malditas palabras no me pasan de la garganta. Ella me sigue mirando, es capaz de hacer que todo se mueva bajo mis pies con solo una mirada, entonces recuerdo todos los errores que cometí y me siento peor.

—Con ellos no actué como lo hice contigo —habla sin dejar de mirarme—, para mentirte tenía que mentir incluso a mí misma para que pudieras creerlo.

Se incorpora.

»Y si no viste lo que los otros sí, fue porque hice muy bien lo que tenía que hacer. A ellos no los rechacé, con ellos no discutí por cualquier tontería, con ellos no me porte fría al punto de no dejar que me tocaras. Entonces no te culpes porque mi objetivo era destruirte a ti, no a ellos. Y lo hice porque si no te destruía a ti, te podía perder y preferí que me odiaras a no verte nunca más. Entonces no digas que es tu culpa porque no lo es. Y si tuviera que volver a hacerlo lo haría porque lo único realmente valioso en mi vida son ustedes dos.

No puedo hablar, no puedo mirarla, es como si todo se sacudiera bajo mis pies, siento que entrelaza sus manos con las mías con fuerza, abro los ojos y todo es demasiado borroso.

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