capítulo 23

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¡Estúpida tú!

Capítulo 23.

Narra Álex.

Tengo  que salir de este lugar antes de cometer una locura, inhalo y exhalo tratando que el aire me purifique, trato de pensar con claridad, pero es muy difícil.

Katia suelta aire por su boca, me mira con los ojos llenos de agua.

—¡Álex, todo tiene que tener una explicación! Tenemos que escucharla, Paola no me haría algo así —hizo una pequeña pausa—, Mateo no te haría eso.

Katia pasa saliva tratando de deshacer el nudo que se forma en su garganta.

—¡Espero que todo esto tenga una puta explicación coherente! si no le romperé todos los putos huesos a Mateo.

Katia se pasa las manos por el pelo y respira profundo.

—¡Vamos Álex, los conocemos de toda la vida, ellos jamás nos fallarían!

La miro fijamente y respondo sin expresión alguna.

—También quiero creer eso.

Levanto la mirada y veo a Mateo, está descalzo, con una toalla en torno a su cintura en medio de la calle.

—¡Álex, Katia! —exclama—, tienen que escuchar, por Dios, ustedes me conocen, Álex —me mira.

Puedo ver la angustia en sus ojos. Luego mira a Katia.

»Mi vida, tú sabes que yo jamás les fallaría.

—Una cosa es lo que sale de tu boca y otra muy diferente  lo que vimos —exclamo con el ceño fruncido.

Mateo se pasa las manos por el cuello con desesperación.

—¡Joder, Álex me conoces de toda la puta vida y sabes que jamás te fallaría, joder lo sabes! —Grita.

Sigo de pie, no me muevo, lo miro fríamente sin ningún tipo de expresión. Los curiosos empiezan a mirar, Katia me mira, sus ojos están cristalizados, luego lo mira a él y se le escapa una lágrima.

—¡Alex! —murmura en un pequeño hilo de voz—, yo quiero escucharlos, yo quiero entender, por favor. Sé que hay una explicación lógica.

—¿Estás segura? —pregunto.

—¡Joder! —Mateo interrumpe—. ¿Dónde rayos quedó la puta confianza? Somos hermanos, ¿lo olvidas?

Se acerca posicionándose a unos centímetros de mí y me mira fijamente esperando esa respuesta. Lo miro y luego paso por su lado, empiezo a caminar en dirección al restaurante otra vez. Solo escucho un gruñido. Katia camina a un lado de Mateo, el silencio es tan grande que cada uno puede escuchar como los pasos se hacen ecos, empujo la puerta y lo primero que veo al entrar es a Paola, está sentada en el primer escalón. Hago conexión visual con ella unos segundos, ella se levanta y yo desvío la mirada.

Katia arrastra una silla para sentarse, Paola se acerca y yo retrocedo, Mateo se hinca de rodillas quedando a la misma altura de Katia, toma su mano.

—Mi vida, tú sabes quién soy, sabes quién es ella —señala a Paola y ella de la nada empieza a llorar.

Mateo la mira perplejo, el gesto de confusión de Katia es demasiado notorio.

»¿Paola, podrías dejar de llorar y ayudarme a explicarles lo que en realidad sucedió?  —exclama Mateo angustiado.

Paola me mira y luego mira a Katia.

—Yo lo siento… —susurra.

Mateo se levanta de golpe, Katia se pone pálida, es la primera vez que está tan callada. Mateo se queda mirándola como tratando de asimilar algo, luego nos vuelve a mirar y empieza a contar desde que entró al restaurante, pero Paola empieza a llorar otra vez, suelto un gruñido y doy tres pasos quedando frente a ella, le sujeto el mentón obligándola a levantar la cabeza.

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