capítulo 7

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¡Estúpida tú!

Capítulo 7.  

Álex me fulmina con la mirada, está furioso, lo conozco perfectamente, sé que muere por arrancarle los ojos a Alexander.

Con la mirada me dice todo, sí, aún tenemos ese don de hablar con las miradas. Se intensificó mucho más con los años, yo lo único que hago es desafiarlo. Veo el fuego en sus ojos, estoy segura de que está por sacarme  arrastrada del cabello. Le susurra algo a Mateo sin alejar sus ojos de los míos, me preparo porque sé que es como una bomba de tiempo que está por estallar.

Mateo camina en dirección a Katia, algo le susurra al oído porque ambos miran a Álex, luego Katia se me acerca y susurra.

—Dice tu adorado gruñón que te sales ya, o te saca de los pelos. 

Lo miro fijamente y le sonrío, él sigue con el ceño fruncido, está furioso.

—No quiero. 

—Paola, creo que ya fue suficiente. Álex en cualquier momento manda todo al carajo y viene por ti.

—Que lo haga.

Me encojo  de hombros y sonrío. Esa fue la gota que rebasó el vaso, Álex se levanta, lo veo venir en mi dirección como una fiera, y sí, me saca arrastras del salón. En la oficina camina de un lado a otro parece una fiera enjaulada. Luego de dejarme claro que soy suya, que nadie puede verme, ni tocarme, yo quedo derretida.

Da dos pasos hacia la puerta.

—Te quedas aquí, luego hablamos, esto aún no termina —Exclama.

Abre  la puerta y yo suelto.  

—Yo puedo ser de gran ayuda, no podemos dejar a los invitados solos.
¿De verdad no quieres que te acompañe?

Me fusila con la mirada. Recordé cuando nos odiábamos y sus miradas de desprecio, pero ahora eso no funciona conmigo. Azota la puerta con tal fuerza que hasta me estremezco. Le pone seguro, busca su móvil y le marca a alguien. 

—Mateo, necesito quince minutos, ayúdame con eso, luego te llego.

Se desabrocha el saco y la corbata, da dos pasos más y se detiene frente a mí.

—¿Quince minutos para qué? —Inquiero con un gesto de confusión. 

Me besa la mejilla, después se aleja lentamente y me mira a los ojos. 

—En quince minutos recibirás el castigo que mereces por no saber comportarte —Sonríe malvadamente— . Voy a enseñarte quién es tu hombre, el único que puede mirarte con deseo y tocarte.

Enrolla su mano en torno a mi cuello, pasa su pulgar por mis labios de una manera ruda y sensual, un pequeño gemido se escapa de mis labios.

»Te voy a quitar las ganas de desafiarme, no te van a quedar ganas de volver a ese puto salón.

Me mira de pies a cabezas y sin darme tiempo de nada toma el borde del vestido, me lo arranca y lo lanza lejos. 

—¿Entendido? —dice cerca de mí, cierro los ojos al sentir su respiración.

Niego mientras muerdo mi labio inferior. Me levanta, lo rodeo con mis piernas, da dos pasos hacia atrás, me recarga durísimo contra la pared, mi espalda se arquea y un gemido se escapa de mi garganta, siento sus labios en mi cuello.

—Te voy a dar tan duro que no vas a querer  salir de esta oficina.

Jadeo al sentir sus besos succionantes, mi respiración se siente cada vez más agitada y temblorosa, me desliza por su cuerpo y se aleja.

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