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Alessandro
Llegando a Canadá fui directamente a mi antigua casa y los viejos recuerdos comenzaron a llegar a mi. De todas las veces que huyendo me quedaba por semanas dentro de este pequeño departamento, esperando no ser encontrado.

Así mismo de todas las veces que llegaba golpeado, ebrio o sumamente drogado.
*

-Lety, ya estoy en casa. ¿Donde carajos estás?

-Estoy en la cama maldito idiota.

-No me hables así, ¿estas bien?

-¿Como quieres que este idiota?, tengo resaca y me duele el cuerpo.

-Consumir molly es malo.

-Que cínico eres, tu fuiste el primero en consumirla.

-Lo se nena, pero yo soy yo. Ahora dame la maldita marihuana.

-Púdrete Alessandro.

-¡DAME LA MALDITA HIERBA LETY!

En ese instante Lety me aventó en la cara la pequeña caja de metal, donde guardábamos la marihuana y se fue contra mi a golpear mi cara y mi cuerpo.

-¡ERES UN MALDITO IDIOTA, TE ODIO!

-Deja de pegarme maldita sea, pareces una gata.- la tome del brazo y la empuje contra la cama.- quédate aquí y deja de joder.

-Te hubieras muerto en tu maldita sobredosis cabrón hijo de puta.

.....

El sentimiento amargo se instaló en mi pecho y no lograba creer por todo lo que había pasado. De todo lo que salí y dejé para iniciar una vida "nueva".
Recorrí el departamento con la mirada y visualice cada cosa que no estaba cubierta por las sábanas.

Pude ver un álbum de fotos y aunque el ardor de mi pecho se intensificó, lo tome y lo abrí.
Ahí estaba el pequeño Alessandro de seis años, en brazos de su progenitora.

-Y pensar que ahora no puedo ni verte a la cara madre.

Después de recorrer la casa y poder ordenarla un poco, salí a comprar algo de comida y cosas de higiene personal.
Estaría bastante tiempo en casa, sin poder laborar como corresponde, así que tengo que ser lo mas sensato posible con todo.

Llegando al departamento, guarde las cosas en su lugar y me recosté en el sofá. Morgan ahora mismo estaría afanada en dejar el departamento reluciente y aunque aun no quiera aceptarlo, Morgan ya no forma parte de mi vida.

Estuve así varias horas, pensando y recordando todo lo que viví, hasta que revise la hora en mi reloj, faltaban 15 minutos para mi primer sesión con el terapeuta. Corrí en busca de mi chaqueta, las llaves y salí a prisa del departamento, no estaba tan lejos pero tampoco quería llegar tarde.
Dando la vuelta a una calle para llegar, divise el gran edificio, estaba demasiado nervioso. Siempre pensé que el psicólogo y el terapeuta era para la gente loca, pero ahora estoy más que convencido que son para la gente valiente, aquellas que quieren sanar lo que les atormenta y ahora, estaba apunto de convertirme por primera vez, en un hombre valiente.
Llegando al consultorio, la secretaria me recibió con una gran sonrisa.

-Joven Gali, puede pasar.

-Gracias.

Entre al pequeño cuarto y mis ojos se deslumbraron con la mujer que estaba frente a mi. Alta, morena, de ojos claros y cabello rizado, vestía un conjunto azul y ¡madre mía, que mujer tan guapa!

-Alessandro, mucho gusto. Soy Daniela Lewis, tu terapeuta.

-Buenas tardes, es un gusto.- Le tendí la mano y la estrecho con gusto, sus manos eran demasiado suaves.- Supongo que ya ha leído un poco sobre mi.

E N T U P I E L  |B O R R A D O R|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora