ROMA
CAPITAL DEL IMPERIO
(GIA)
Intentar ocupar su lugar.
Aquello no era una opción, nunca me pasó por la cabeza pensar en que un hombre podía ocupar su lugar, el lugar de Maximilian, un lugar que ni la muerte misma podría borrar ni en cientos de años. Aelius había soltado aquello con tanto sentimiento en sus ojos que por un momento temí ver mi fuerza de voluntad rendida a nada, tenía tantos recuerdos en la cabeza que lo involucraban que por un segundo me sentí egoísta.
Egoísta porque él no era un mal hombre.
Egoísta porque no había hecho más que ayudarme.
Egoísta porque nunca me pasaría por la cabeza considerar su oferta de buena gana.
Sin embargo, a pesar de todo ese egoísmo en mí no pude ver truncado sus intentos por suplicar una oportunidad. Mis ojos grises se conectaron con esa mirada cálida y verdosa. Estaba tan cerca sujetando mi rostro, pero en ningún momento hizo un intento por forzar un beso, solo se mantuvo allí, quieto, esperando una respuesta.
—Lo pensaré, dame tiempo —murmure haciéndolo sonreír, una sonrisa que iluminó sus ojos.
—Siempre te daré el tiempo, nunca te forzare a nada. Espero que solo vengan cosas buenas para ambos, cosas buenas para toda Roma y veras que será de esa forma —musitó para luego inclinarse y depositar un beso en mi coronilla, un beso casto y plagado de cariño —. Cuando entierren a Adrianus una nueva era habrá comenzado, no se que venga, pero confió en que Roma resurgirá de las cenizas como un ave fénix y entonces todos estaremos en paz.
En paz...
Ese era un buen futuro, un futuro donde nadie estuviera preocupado por perder la cabeza, un mundo donde los pobres tuvieran sus tierras cultivadas y granos para el invierno. Un futuro donde el senado no estuviera separado y donde todos gobernaran a favor del pueblo, pero sobre todo un gobierno capaz que pudiera mantener todo el peso de Roma sobre sus hombros sin caerse, como había sido durante el gobierno de Augusto.
Aquel mismo día, sin poder resistirlo visité la casa de mis padres, las enormes paredes antes opacas me parecieron con tanta vida que me sentí feliz al solo observarlas. Estaba optimista de que cosas buenas pasarían, cosas buenas que involucraría a todos. Mi padre bebía vino de manera desbordante y al mirarme entrar sola al jardín de la domus me miró con sorpresa.
—¿Dónde está tu marido?
—Está en el palacio imperial, tiene muchas cosas de las cuales hacerse cargo y un funeral que organizar.
Mi padre sonrió y evitando la mirada que le lanzó mi madre me tendió una copa de vino. Ella me miró con una sonrisa para luego dedicarme un saludo grato que respondí de igual forma.
—¿Te das cuenta? ¿Te das cuenta de que los dioses han hecho justicia por mano propia? —preguntó mi padre levantando la copa y sonriendo como no lo había hecho en mucho tiempo —. Los enemigos del senado están debilitados por la mala fama y todo lo que ha dejado atrás los cortos meses de gobierno de Adrianus, pero sin importar que tan cortos sean, siguen siendo catastróficos. Vitellinus fue fusilado anoche, esa fue su condena por la traición y falsificación de la Continuos Nominatio que llevó a su sobrino al poder. No queda nadie poderoso en esta ciudad o que tenga un poder absoluto. Nosotros, Licinus y yo, buscaremos la dominación en el senado en las próximas elecciones cuando yo recupere mi lugar, aunque teniendo a mi yerno en el senado es casi un hecho que sea así.
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ARTS AMATORIA (VOL III)
Historical FictionCuando el odio lleva a la venganza y los enemigos asechan todo se torna inestable, lo que se creyó posible se torna imposible y las personas en las que creíste fielmente te traicionan. Antes de obtener lo que desean Gia y Maximilian deberán aprender...