CAPITULO 52

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BRITANIA DEL NORTE

MAXIMILIAN

—Ella lo sabe.

Lo siento por ella.

Me levanté de mi asiento evitando el contacto visual con Marius quien estaba seguro no dudaría en lanzarme un reproche o en decirme algo para lo que no estaba de humor. Licinius estaba en el campamento, no quería toparme con él por ahora porque sabía que tendría muchas cosas que decir en mi dirección con esa lengua insana que tenía.

No estaba de humor para eso tampoco.

—¿No irás a verla? Creo que es bueno que por lo menos le muestres un poco de consuelo. Ha perdido a su padre y bueno, creo que tu conoces mucho de ese dolor.

—¿Piensas que tendría palabras para ella?

No, pero tal vez puedas hacer a un lado tus problemas y demostrarle un poco de empatía. Es tu esposa, es lo que todo el campamento espera.

Negué.

—El campamento no espera nada, Marius. Están demasiado ocupados viviendo en esta tierra hostil como para darse cuenta que no tengo un tiempo de calidad con mi esposa. Nadie le pondrá interés a eso, salvo ustedes.

Marius se acercó.

—Necesito que me escuches.

—Y yo necesito que te calles.

Maximilian...

—Puedo permitir que opines sobre cosas importantes para el campamento, era un pretor, pero mi vida personal no. Yo tomo las decisiones que corresponden a mi y a Gia, no pienso hablar de nuevo sobre esto contigo.

—¡Date cuenta que tu relación con ella impacta en estos campamentos! Las legiones que esperan afuera están en nombre de tu esposa, ella las alimenta y las ha traído desde muy lejos.

Con mi dinero.

—¡Tu dinero se hubiera repartido entre los ricos de Roma de no ser por ella!—replicó haciendome bufar.

¡Estaba harto!

Mis ojos se clavaron en él y comprendió que era momento de callar. Mi paciencia estaba al límite, mi cuerpo ansioso por paz y quería que se marchara y me dejara atender mis asuntos solo. El clima me estaba jodiendo la vida, llovía a cántaros afuera y eso entorpecia la vida en el campamento.

No me gustaba que lloviera.

A ella tampoco le gustaba la lluvia ni los rayos.

Marius salió del campamento y me dejó con ese silencio que tanto añoraba. Mi cabeza no podía mirar un solo espacio en el praetorium en donde no estuviera ella incluida. Mi cabeza me traicionaba. Mi orgullo me dictaba que no debía ceder, pero mis deseos por verla y un pretexto a la luz me hacían querer ir a buscarla y cruzar un par de palabras.

Llevaba varios días sin verla, no sabía que hacía, pero confiaba en que Marius la atendía bien. Podía usar la noticia en mi favor y decir que había ido a presentar mis condolencias por la muerte de su padre, sonaría demasiado creíble.

Mis dedos golpearon la mesa y en un arrebato terminé poniéndome una capa para cubrirme de la lluvia y saliendo del praetorium. Los guardias intentaron seguirme pero me negué, iría solo, sin ruido y sin que Marius lo supiera pues no quería escucharlo decirme que a pesar de mis estupideces había tomado la decisión correcta. No tardé demasiado en llegar, aunque la lluvia no me dio tregua pues terminé un poco mojado. Había encontrado a un soldado que me había indicado dónde estaba Gia, pues claro que sabían donde se resguardaba la mujer que les pagaba, con mi dinero.

ARTS AMATORIA (VOL III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora