CAPITULO 29

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MAR MEDITERRANEO

(5 KILÓMETROS MAR A ADENTRO DESPUES GAETA)

GIA

¿Qué tanto más se habría de luchar?

Mi cuerpo no deseaba luchar más, pero el agotamiento físico y mental no iba a ser impedimento para mi entrada a la Britania. Había sufrido en el camino, lo había hecho y cada vez que las lágrimas escapaban de mis ojos llevaba mis manos a ellas esperando ver sangre. Lagrimas de sangre, pero no lo eran, aunque se sentían como tal. Agradecí a Marte aquella oportunidad, había sufrido un infierno y tomaba aquello como una señal de que solo cosas buenas vendrían a partir de ahora. Esperaba fervientemente no ser una ilusa al pensar aquello, pero era lo que mi corazón deseaba.

Titus casi fue degollado, pero supe que no lo merecía, sabía que ese era su trabajo y esos eran sus negocios así que había decidido intervenir con Casius quien ordenó colocar una hoja de gladius en su garganta por tal ofensa, la ofensa de encadenar a una mujer romana. Fuera como fuera, pasado lo que hubiésemos pasados sin esa caravana de esclavos no hubiéramos vivido para contarlo y presa detrás de las paredes del palacio imperial, vería mis deseos de formular la guerra en Britania esfumarse de entre mis manos. La vida de Titus fue perdonada y mis manos liberadas de los gruesos grilletes junto con los de Seia quien dije de inmediato, era mi esclava y pertenecía a mi familia. El general romano que, si bien era osco en modos, me concedió ropa de seda que ordenó comprar y pude darme un baño que claramente necesitaba.

Seia arrebató fregando mis manos al menos dos kilos de suciedad o al menos así lo sentí, mis manos quedaron suaves y mis heridas pudieron ser tratadas con el bálsamo que el médico a bordó me proporcionó a petición de quienes ahora eran mis anfitriones o al menos así quería catalogarlos al momento, pues sabía que luego vendrían las preguntas. Me había aceptado en el barco por mi perfecta pronunciación del latín y mi acento capitalino que claramente no podía pasar desapercibido. Casius me analizó varias veces como si pensara que esa mujer de ropa harapienta no podía ser una romana, pero lo era...aunque no le culpaba por pensar lo contrario.

—¿Qué piensa hacer ahora, Domine?

—¿Sobre qué?

—Es claro que le dieron asilo en este barco, pero puede que no se creyeran del todo su respuesta. Como debe saber los soldados son desconfiados y el general no parecía tener muy buenos modos desde mi perspectiva.

—Todos los hombres dedicados a la guerra son así Seia—replique dejando que el agua con aroma a florar me inundara el cuerpo. Eran en momentos como esos en los que te dabas cuenta que toda la vida estuviste arriba y nunca abajo. La vida no es tan sencilla como aparenta la burbuja en la que vives y eso me quedo mas que claro. Para una ciudadana libre, sin gens o esclava, la vida debía ser de lo más dura, siempre temiendo que personas podrían intentar aprovecharse de ti o hundirte—. Se que me harán preguntas y aun no tengo claro de qué responder, pero no tengo problemas con que no me crean, si no lo hacen, esperare y les solicitare dejarme en Pompeya, allí podré encontrar a mi madre, a Galia y con suerte, papá y Licinius podrán reunirse con nosotros.

Todo lo que consideraba importante estaba en Pompeya, mi familia, el dinero—que a estas fechas ya debía estar siendo enviado a Britania—, mis personalis documenta (documentos personales), que acreditaban mi nacimiento y pertenencia a la gens, los diarios del padre de Maximilian, mis joyas, todo absolutamente todo estaba en Pompeya, a menos que para estas fechas ya estuvieran en los barcos rumbo a Britania.

Mi madre se encargaría de reponer lo que no pude llevarme, vestidos y artículos necesarios para una larga estancia en los campamentos y que a su pensamiento de Domine, una mujer necesitaría para sobrevivir en una salvaje tierra como esa. Agradecí al menos haber tenido tiempo de organizar cada detalle antes de esa abrupta salida. Unas semanas antes había enviado cartas a Heráclito, Magnus y Sepronius, agradeciendo su apoyo incondicional en esta dura faena en lo que la guerra se convertiría. Magnus aún estaba en Germania, pues él no tenía el mar para moverse y tendría que hacerlo por tierra y era peligroso, pues para pasar a Britania tenía que pasar por el Canal de la Mancha y por Galia, territorio dominado por Roma y por las legiones senatoriales.

ARTS AMATORIA (VOL III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora