ROMA
(CAPITAL DEL IMPERIO)
Aelius mantenía la cabeza contra el asiento del trono, mantenía sus ojos cerrados mientras pensaba en su proceder. Todo había salido mal y no como tenía planeado, sin embargo eso no se interpondría en el resultado, podría idear un nuevo plan sin dudarlo que tendría la misma tasa de éxito que el anterior.
Gia no volvería a arruinarlo.
Esa zorra había escapado de sus garras y había arruinado su parte principal del plan. Le había engañado y así debía seguir hasta que él se hubiera ganado la confianza del pueblo. Tenerla a su lado le había generado un escudo y ahora solo necesitaba perpretarlo. Maldijo mil veces a los dioses por su mala suerte, unos meses más y la hubiera atado a él para siempre.
Le hubiera dado el hijo que necesitaba, pues un hijo de una Julia o Claudia, no importaba cualquiera de las dos gens, le daría un heredero fuerte que tendría el apoyo imperial y senatorial y si hubiera mantenido su mentira o si la hubiera forzado se lo hubiera dado.
Había planeado en detalle cada paso y hacer que ella no tuviera un hijo de Maximilian era vital, no podía permitir que un Julio de nacimiento viviera en Roma porque era un potencial enemigo de su corona, por ello le había envenenado todo ese tiempo, claro, hasta que Maximilian se fue de Roma y esa era la razón por la que no había podido darle hijos, no había nada malo con ella, solo con las infusiones de plantas que él botánico proporcionaba a la villa, esa infusión podía ayudarla en muchas cosas, por lo que podía pasar como sana, sin embargo, era un anticonceptivo letal. No hubiera podido darle hijos hasta que dejara de beberla y aun así, podría ser complicado, pero el decidió correr ese riesgo.
¿Dónde demonios estaba ahora?
¿Con Marius?
Aelius acarició su sien y entonces escuchó el sonido de la puerta cerrándose. No tuvo que abrir los ojos para saber de quién se trataba.
—Espero que me traigas la cabeza Aurelius en una bandeja tal y como te he pedido y si no es la de él, que sea la de Claudius o la de Licinius—abrió sus intimidantes ojos claros haciendo que Sicio mantuviera la guardia baja. Esta vez sí que tenía noticias—. ¡Eres mi jodido Primus pero eres un idiota incompotente!
—Esta vez César, sí le traigo respuestas.
La puerta se abrió y entonces un par de esclavos entraron a la sala portando una caja, no era demasiado pesada pues la traían con facilidad. Aelius se puso de pie y entonces fue colocada a unos metros de él. Los esclavos retrocedieron y entonces Sicio abrió la caja, el emperador se inclinó para mirar lo que había dentro y entonces una sonrisa de satisfacción apareció en su rostro.
—Vaya, parece que mi esposa se ha quedado huérfana, pero eso le ha pasado por intentar mirarme la cara de estupido. Su padre y su cuñado, ambos son unos malditos traidores, a la mieda sus gens, todos son unos hijos de puta que terminaran como Thiagus terminó—sentenció mirando la cabeza disecada en sal que le habían traído. No pedía menos, no deseaba que los mercenarios intentaran engañarle, si no podía el cuerpo entero, al menos deseaba la cabeza para estar seguro.
Sicio hizo un gesto de repulsión.
No era algo digno de ver, pero para Aelius fue lo más gratificante. Quería tomarla en sus manos pero no lo hizo porque se ensuciaría su toga de seda.
—Pronto los encontraremos a todos.
—¿Qué hay de ella?
—A éste punto ya debe haber llegado a Britania si es que no ha muerto. Los caminos son peligrosos, especialmente para una mujer. Pudo haber pasado por mucho.
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ARTS AMATORIA (VOL III)
Historical FictionCuando el odio lleva a la venganza y los enemigos asechan todo se torna inestable, lo que se creyó posible se torna imposible y las personas en las que creíste fielmente te traicionan. Antes de obtener lo que desean Gia y Maximilian deberán aprender...