CAPITULO 55

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BRITANIA DEL NORTE

GIA

Licinius debía saberlo.

No podía seguir ocultando la realidad porque tarde o temprano lo sería y sería mucho peor para mi pues estaba segura que me reprocharía no habérselo dicho. No sabía exactamente qué palabras usar para explicar lo que había acontecido, había tardado días en hacer que mis pensamientos se alinearan después de verlo vivo.

Debemos tener en cuenta que Roma ha quedado atrás, ninguno de nosotros puede regresar, menos con el loco de Aelius pidiendo a mercenarios nuestras cabezas. Puede que a ti no te mate porque te necesita, pero ten por seguro que es capaz de encerrarte solo para tenerte a su merced y presumirte en Roma como si fueras un trofeo.

Mi madre permanecía sentada con la mirada un tanto perdida, en cambio Galia, con su vientre abultado parecía estar mucho más animada que ella, tanto que hasta se dignó a hablar.

Aelius mandó a matar a papá con el simple objetivo de echar el senado encima a Fabio Mario. Él sabe que nosotros sabemos todo—musitó—, no habrá perdón para nosotros si perdemos esta guerra. Todo el dinero de papá está bajo la tutela de Licinius ahora. Es nuestro Pater Familias ahora.

—¿Estás de acuerdo con ese cargo?

Lo estoy, tu padre decidió salvarme, de no ser por él ahora estaría muerto. Fue un hombre que tenía mi lealtad y la seguirá teniendo hasta el final de los tiempos. Le prometí que moriría por esta familia y que protegería a las mujeres de su sangre y eso haré. Restableceremos a la gens Claudia en Roma y la llevaremos a la cima como en los tiempos del gran Augusto. Nosotros ganaremos esta guerra con ayuda de Marte y Saturno.

Licinius estaba decidió, sus ojos parecían muchos más frívolos que la última vez que lo había visto, a pesar de que siempre había sido considerado un hombre calculador solo que esta vez fue mucho mayor el sentimiento, tal vez porque al igual que yo había sufrido demasiado y había tenido que ver muerte y destrucción. Cada uno tenía una cruz que había venido arrastrando desde Roma.

Las cosas han cambiado aquícomencé diciendo sabiendo que tenía que relatar lo que había pasado desde mi llegada—. Lo que pasó en Roma o más bien, lo que creíamos que había pasado aquí no fue así.

—¿Cómo que no fue así?

Se levantó de su asiento frunciendo el ceño.

—Hay algo que tengo que mostrarte. Mamá y Galia tal vez quieran quedarse aquí, creo que es cómodo que descansen un poco—comente haciendo que ambas asintieran pues dudaba que tuvieran cabeza para ver lo que estaba por mostrarle.

Licinius y yo caminamos por varios minutos, algunas partes en silencio y otras comentando los sucesos que se hablaban de Roma en Camulodunum. Subimos una ligera pendiente donde se podía ver el enorme Castrum y después suspiré.

—Supongo que sabes más de formación militar que yo.

—Algo.

—Así que debes saber que es eso que hay en medio del campamento, aquella construcción en mármol y caoba que fue izada con un objetivo primordial.

La vista del praetorium era magnífica, tanto que podía verse con facilidad a los guardias que habían en las puertas y a los esclavos que entraban y salían cumpliendo sus deberes del día.

Es un praetorium. Marius debió haber buscado la forma de ponerse cómodo aquí—musitó—, los generales siempre tienen la mayor comodidad en los campamentos y Marius no debe de ser la excepción.

ARTS AMATORIA (VOL III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora