CAPITULO 41

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BRITANIA DEL NORTE 

NARRADOR

Cuando el sol comenzó a salir por el horizonte, la tierra comenzó a temblar. Latente, persistente y sublime anunciando que Marte había caído desde el cielo y había abierto el inframundo haciendo brotar de ellas a sus numerosas legiones. El sonido de las caligae (zapatos de soldado) resonaba en el suelo al unísono, pues más de quince mil hombres marchaban al compás.

Las quince legiones habían marchado con rapidez, aprovechando la mañana dado que solo le quedaban un par de kilómetros para arribar a los campamentos principales. Habían marchado desde la costa solo descansando cuando el sol salía. Gia se encontraba despierta, había despertado cuando la cama dejó de tener el calor de Maximilian y cuando sintió como él se levantaba. Había decidido despertar en aquel momento, mirando como un esclavo le ataba los zapatos y cerraba los broches de la lorica, luego de que hubiera tomado un baño caliente, que temprano, en el frío norte, era una delicia.

—Debes seguir durmiendo, aun es temprano.

Había dicho sin mirarla. La conversación nocturna había terminado de forma rápida. Con él alejándose de ella luego de recibir aquella amenaza. Le había puesto intranquilo porque a juzgar por la decisión en sus ojos grises hablaba en serio.

—¿Acaso no debo despertar contigo?

—No pienso exigir que sigas las normas del campamento, no estoy interesado en que sujetes la lorica a mi cuerpo ni que acomodes la capa para completar el conjunto.

Había sido tajante con eso, luego había tomado el casco que le tendía el esclavo y había salido del praetorium dejándola inquieta.

Se había vestido porque sabía que las legiones estaban cerca, necesitaba verlas llegar y entonces podría estar segura de que su poder estaba impuesto en todas aquellas personas que conformaban el poderío militar. Seia había llegado al praetorium poco después anunciando que un centinela había anunciado la cercanía de las cuantiosas centurias que marchaban en orden en dirección a ellos.

Cuando la mujer salió del praetorium pudo escuchar el sonido emitido por la marcha, cada vez estaba más cerca. El sonido del galope de los caballos los opacó un poco y entonces, dejando marcada la huella sobre la tierra húmeda debido al sereno nocturno apareció la equites (caballería romana), portando las banderas color rojas que anunciaban la llegada de gente de importante rango al campamento.

Gia hizo señas a un esclavo para que se acercara a ella.

—Busquen al Dominus diganle que las nuevas legiones han llegado.

—Enseguida, mi señora.

Maximilian se encontraba haciendo sus labores de supervisión y pensando lo que tendría que hacer para garantizar las provisiones desde Camulodunum, para asegurar que sus legiones tuvieran comida de sobra.

Detrás de ella, permanecían un séquito de esclavos y guardias particulares que Marius le había asignado. En cuanto los enormes caballos llegaron a su presencia, las formaciones se abrieron dejando ver a los legados posicionados de dos en dos montando aquellos preciosos sementales de raza pura.

Eran un largo séquito, pues eran quince legados.

Casius fue el primero en bajar del caballo, portando aquel casco imponente que en cuanto estuvo delante de Gia quitó de su cabeza para colocarlo a su lado y luego reverenciarla.

Salve, Domine.

—Me alegra verlos a todos aquí, he rogado a Marte para que su llegada fuera segura. Espero que no se hayan encontrado con ninguna sorpresa en el camino—dijo ella con una ligera sonrisa.

ARTS AMATORIA (VOL III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora