CAPITULO 49

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BRITANIA DEL NORTE

(CONQUISTA ROMANA)

MAXIMILIAN

—No me importa que es lo que tengas que decir, tampoco tu postura al respecto. ¿Quieres que tus mujeres y niños sigan en su tribu? ¿O que los esclavice en los campos de grano como lo hizo Marius con tus hombres?—pregunté a Iria mientras ella me miraba con unos ojos sorprendidos.

No le estaba pidiendo algo que no pudiera cumplir, quería más grano, quería más alimento para mis legiones y minimizaría el daño de mis hombres arriesgando celtas sin pensarlo.

—Apenas y tienen para el tributo.

—Entonces dame más tribus hacía el Norte.

Ella abrió la boca en señal de que estaba por decir algo pero no logró concretarlo. Eso me puso de mal humor. No tenía presiones con la comida, los canales de suministro estaban pactados pero deseaba tener todo seguro. Ahora no esperaba un cargamento de granos patrocinado por el imperio, yo tenía que encargarme de las más de doscientas mil bocas que tenía que alimentar y eso era un enorme trabajo, porque podía tener el oro, pero si no había grano, no podía hacer comer monedas a mis hombres.

—Te he dado información de todo lo que has querido, no podemos ir más al Norte porque el clima se pone hostil, además, será complicado para ti someter a lo que hay más allá de la cordillera.

—¿Qué hay más allá? ¿Aún quedan brigantes?

Había algo que no me estaba diciendo, parecía estar apunto de hacerlo pero se arrepentía y sopesaba su postura al respecto. Necesitaba que hablara, necesitaba tener comida, metal y oro para cuando llegara el momento de marchar hacía el canal y cruzar al otro lado.

—¡Habla, maldita sea!

—Hay trinovantes.

—¿Qué mierda es eso?

—Son cazadores recolectores, son más cazadores que nada y conocen el Norte como ninguna otra tribu, son numerosos, incluso más numerosos y fieros que los brigantes que casi los eliminan en la angostura. Yo aconsejaría no ir más allá porque no garantizo que puedan salir, incluso nosotros no cruzamos su línea.

—Un riesgo alto.

—Demasiado alto—repuso ella.

Me levanté del asiento y le hice una seña con los dedos para que se acercara. Coloqué mis manos sobre la mesa del mapa y luego le tendí una figurilla de una espada labrada en madera.

—Dime donde están. Marca en el mapa la posición de ellos y dime todos los flancos posibles. Mandaré un escuadrón de reconocimiento a más de doscientos kilómetros de aquí, mis hombres más experimentados cruzaran la línea que incluso ustedes no cruzan. ¿Hay oro? ¿Hay hierro?

Iria tomó la figurilla con cierta displicencia y luego comenzó a mirar el mapa. Sus ojos claros y cabellos dorados estaban sujetos en una cola alta. Su andar me hizo juguetear con mi barbilla mientras esperaba que marcará firmemente la posición.

—Aquí es la última posición que conozco, hace muchos años que nadie se interna más allá. Pueden estar allí o no estarlo, pueden estar más cerca o más lejos. Confió en que siguen allí, una vez que se asientan no suelen moverse. Donde los dioses los fijan allí se mantienen.

—¿Qué hay de lo que te pregunte?

—Ellos son expertos en metales, nadie hace mejores espadas que los Trinovantes. En cuanto al oro, ellos son más numerosos por lo que tienen más bienes y riquezas, son poderosos en ese aspecto.

ARTS AMATORIA (VOL III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora