CAPITULO 18

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EGIPTO, ALEJANDRÍA

(PROVINCIA ROMANA)

—¡Siguiente! —gritó el centurión haciendo que un hombre de los que había en la fila caminara unos pasos y les mostrara sus documentos que le acreditaran como ciudadano romano—. Di tu nombre completo.

Publius Casius Nason—respondió.

—¿Alguna vez has estado en una legión?

—No, señor, es mi primera vez.

—¿Qué actividad desempeñas?

—Soy herrero.

Eso hizo sonreír al centurión que había sido nombrado por la mano derecha de Heráclito para llevar a cabo el reclutamiento. En el ejército romano, los panaderos, alfareros, herreros y médicos, eran sumamente valorados debido a la destreza y a las actividades que podían desempeñar en los campamentos.

—Sabes las normas. No esposas, ni hijos y lealtad completa a Roma.

—Estoy al tanto mi señor.

—Como eres herrero, no te harán pasar la purga porque tienes un trabajo establecido y eres de vital importancia en las líneas. Te harán las pruebas físicas y si logras pasarlas con éxito serás bienvenido a la LEGIO VI CLAUDIA FELIX. Tu salario será de doscientos setenta denarios al año—informó el hombre mientras anotaba en sus papeles haciendo al hombre levantar las cejas.

—¿Doscientos setenta denarios, mi señor? ¿Pensé que el salario actual era de doscientos?

El centurión levantó la mirada y observó a sus lados como si deseara que nadie lo escuchara. Le hizo un gesto al hombre para que se acercara y así poder hablar con más soltura. El hombre lo hizo de inmediato y entonces el centurión le dio una información preciada.

—Esas legiones son reclutadas por la Mater Patriae de Roma, la nueva emperatriz. Como debes de saber es una mujer muy rica, demasiado en realidad, se dice que tiene tesoros tan grandes como los de la bóveda imperial. Ella está patrocinando estas legiones y se dice, no me lo creas a mí, que anualmente subirá cincuenta denarios al año. Lealtad la lealtad y ella pagará con oro que arriesguen su vida por Roma.

El centurión tomó un sello de madera y grabó en un documento un Pegasus el símbolo de la VI Legión para luego hacer un gesto al hombre que siguiera adelante y pasará el segundo control. Aquellas palabras que había soltado no eran un secreto, la mayoría lo sabía y necesitaban hacer el movimiento rápido. Gia ofrecería esas legiones a su marido el César como muestra de su respeto y soporte, pero en realidad, esas legiones no serían para él.

Eran cincuenta mil soldados nuevos en sólo cinco legiones, soldados que Gia pensaba seducir con oro y prestaciones tal y como su suegro había indicado en los documentos. Tendrían las mejores armaduras, las mejores armas y los mejores salarios. Se ganaría su lealtad ofreciendo a cambio lo que todos deseaban: Dinero.

ROMA.

(CAPITAL DEL IMPERIO)

—¿Por qué querrías involucrarte en el ejército? —preguntó Aelius mirando a su esposa con una sonrisa—. El lugar de una emperatriz está aquí, en el palacio, atendiendo la corte y asegurándose de la correcta administración de su residencia.

Una leve sonrisa apareció en los labios de Gia. Si tan solo supiera todo el control del que tenía que hacer acopio para no saltar sobre e intentar matarlo de una vez por todas degollando su garganta con una daga. Luego de hablar con Aurelius mucho había cambiado para ella, supo que, si quería vengarse del hombre que ahora tenía delante, tenía que engañarle, tenía que ganarse su confianza. No había mejor manipulación, que hacer creer a alguien que te estaba manipulando. Sus lindos y costosos vestidos resaltaban cada detalle de su figura. Sus escotes pronunciados sosegaban la atención de su esposo quien le miraba a los ojos siempre que le estaba observando, pero cuando se descuidaba bajaba la mirada y se perdía entre la suave piel de sus grandes y voluminosos pechos.

ARTS AMATORIA (VOL III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora