BRITANIA DEL NORTE
Gia cerró sus ojos y maldijo entre dientes al darse cuenta de lo que tenía delante. Se acercó a la cama solo para comprobar que su odioso marido permanecía dormido en la cama, con su enorme mano apretando las sábanas y su rostro tranquilo y atractivo.
¡Feo!
Quiso golpearlo con la almohada pero sabía que eso era sumamente infantil. Sintió una especie de calor en la parte baja del abdomen y pensó inocentemente que se trataba de sed así que terminó agradeciendo la enorme jarra de alguna clase de té que le habían dejado sobre la mesa. Bebió un vaso de golpe y después se sentó en un sillón deseando que Maximilian no despertara nunca.
Habían estado en guerra dos meses, meses en los que no habían cruzado palabra alguna después de que hubiera tenido que compartir su asiento con ella durante la ceremonia donde las legiones le prometieron lealtad. Se había enfadado y eso la había hecho feliz. No le importaba lo que pensara, tenía lo que deseaba y lo que merecía.
Estuvo varios minutos viéndolo pensando en todo lo que había pasado en esos dos meses. Estaba segura que seguía viendo a su puta britana y no le sorprendería saber que dormía con ella. No le importaba si lo hacía, por ella, él podía irse mucho a la mierda. Había enfrentado demasiado últimamente, su golpe más letal, fue la muerte de su padre, le había dolido como el tartaro pero había jurado que no lloraría, no lo haría, porque su padre no moriría en vano. Tal vez no podía ser madre de una dinastía, pero sería una mujer recordada en Roma como lo había sido Aurelia. Una mujer respetada en el mundo de los hombres y dominante en una tierra donde el machismo la rodeaba, claro, hasta donde las posibilidades se lo permitían.
Los dioses no hicieron caso a sus plegarias y Maximilian comenzó a moverse varios minutos después. Soltó un improperio de maldiciones pues lo que sea que lo había noqueado por al menos una hora le había dejado un calor en el cuerpo y una punzada en la sien. Cuando se levantó de la cama analizó donde estaba y al ver a su esposa sentada en el sillón viendolo, se levantó y fue directo hacía la puerta.
Cuando se dió cuenta que estaba cerrada golpeó con fuerza con el pie haciendo que la cabaña entera crujiera pero no obtuvo ni un solo resultado. Gia no le había dicho nada, no sería quien rompiera su voto de silencio.
—¡Fabio Mario, maldito infeliz! ¡No dejas de joderme la puta vida ni una sola vez!—exclamó haciendo que los vellos de la piel de su esposa se erizaran al escucharlo tan enfadado.—¿Que mierda has hecho para que Marius te haga caso de esta forma?
Ella, enfadada, clavó sus ojos en él.
—¿No estás viendo que estamos encerrados? Es claro que no quiero estar aquí contigo, pero ni te molestes en gritar, estamos lejos del campamento y nadie nos escuchara aquí.
—Voy a golpearlo mañana.
Soltó un puñetazo a la puerta por última vez haciendo que la madera se agrietara un poco y después regresó hacía la cama para sentarse con enfado. Estaba ansioso, pero su ansia se había confundido con ira, sentía exasperación, pero no por cólera justamente.
—No vuelvas a culparme si no sabes como fueron las cosas. Detesto cuando la gente hace eso. Es inconsciente y de mal gusto.
—No tienes que hablar de esa forma. Es claro que no te agrada estar conmigo aquí, así que no estás obligada a hablarme si no deseas hacerlo. No tienes que usar ese jodido tono.
Se levantó de golpe cuando sintió la boca seca y después tomó un vaso e imitó la acción de la mujer bebiendo mucho más que su esposa. Su gusto y olfato estaba adormecido así que no sintió el sabor de la hierba famosa de los campamentos que si bien nunca había probado, si que había olido. Inocentemente bebió tres vasos de golpe sintiéndose asfixiado con su presencia.
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ARTS AMATORIA (VOL III)
Historical FictionCuando el odio lleva a la venganza y los enemigos asechan todo se torna inestable, lo que se creyó posible se torna imposible y las personas en las que creíste fielmente te traicionan. Antes de obtener lo que desean Gia y Maximilian deberán aprender...