CAPITULO 74

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BRITANIA DEL NORTE

CONQUISTA ROMANA

—La británica se ha ido con Marius pero aun así creo que es prudente que hagan lo que les había pedido. La mujer que les tiene aquí es ella, creo que es prudente brindarle un contrapeso cuando su relación con Maximilian es inestable.

Licinius jugaba con una pequeña torre de madera en sus manos mientras veía a Sepronius.

Domine no necesita pedir nada, las legiones saben que quien les ha dado tanto es ella y de no ser por su forma de administrar esto ahora todos estaríamos en otra parte menos aquí. Se que pondrán decir que cualquier otra parte es mejor que esto, pero cuando se lucha por lealtad y por dinastía no hay nada mejor que morir peleando por un derecho justo.

Como siempre, Sepronius dió su punto de vista al respecto. estaba preocupado, no había recibido cartas de Aurelius después de enviar un mensajero a buscarlo con notas sobre donde se encontraba ahora. Los vientos pintaban fríos y nublados para los próximos meses, sería un invierno duro.

—En dos días entrarán al Castrum y harán el protocolo y quiero que allí hagan su parte. Necesito a Gia fuerte porque no deseo verla rodeada de leones sin una buena gladius para defenderse. La britana puede volver o cualquier otra zorra con deseos de la verga del Imperator, esas abundan aquí.

—Las zorras son lo de menos, lo que importa es la posición que ellas juegan y las magias que ocupan. No quiero a un hombre con el juicio nublado por una mujer como cuando Marco Antonio se dejó seducir por Cleopatra. Dicen que tenía una buena boca, pero a la mierda, una zorra puede chuparla mejor y no te da la necesidad de traicionar a tu familia, a tu imperio y a Roma por ella.

El desdén con el que lo dijo Sepronius hizo sonreír a Licinius. Roma era la madre, Roma lo era todo y si una mujer debía ser la madre de un César, debía haber nacido en la capital y ser una dama respetable como Julia había demostrado serlo.

—¿Qué hay de los legados de Maximilian?

—Lucius parece amigable y también Agripa. No tengan dudas de que presentaran sus respetos y harán lo mismo que la mayoría si ven que el suelo tiembla ante las legiones que proclaman el nombre de mi hermana. Maximilian también tendrá que doblegarse, pero están abiertos a un ataque de rabia y desdén pues será inesperado y todos sabemos cuánto odia el Imperator las muestras de deslealtad.

El pretor de Judea no estaba de acuerdo.

Tenemos lealtad hacía él y hacía la esposa que Augusto deseaba y con mucha inteligencia, escogió para él. Las cosas no se basan en los sentimientos, se basan en el deber y en el poder. Me importa una mierda que no la quiera, eso es cosa de ambos, pero su deber como marido es algo que Juno va a ver con buenos ojos. Puede meter la verga en cuanta golfa pero la esposa es una y es a quien se deben todos los favores.

Licinius no podía estar más de acuerdo. Estaba consciente de que el apoyo moral y los buenos deseos de todos estaban en Gia, porque Roma la respaldaba mientras que en contra solo estaba el furor del rencor de Maximilian por lo que había en el pasado. No importaba que se enfadara con Gia, de amor no se podía vivir y lo único que realmente iba a respaldarla era esto, tener su propio poder y no depender del humor cambiante de su marido o de si estaban enfadados o no.

Gia merecía tener su propio poder.

Las cosas habían cambiado un poco, las guardias habían bajado y pudieron entenderse mejor desnudos.

En el Praetorium una mujer era tomada casi de forma violenta sobre la mesa de mapa, que había en el recibidor donde su esposo solía recibir los asuntos importantes del campamento. Gia se aferró violentamente a la mesa mientras sentía las inclementes embestidas y las manos de Maximilian enterrarse en su piel mientras la manipulaba a su antojo.

ARTS AMATORIA (VOL III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora