CAPITULO 30

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BRITANIA DEL NORTE

(CASTRUM (CAMPAMENTO))

No tuvieron que pasar más de un par de semanas para que el enorme castrum tomará la imponencia de una enorme ciudad. El enorme terreno había sido liberado. Los campamentos tenían forma rectangular, divididos en forma de cruz que trazaban las líneas de la carretera que recorría los cuatro puntos cardinales del campamento. El campamento de Marius estaba a al menos quinientos metros más al norte que el de Maximilian que se extendía en tamaño hacía el sur con la imponencia de las legiones del Lobo. En esas semanas, Maximilian se había ocupado de mantener un régimen estricto en las tribus del norte, había afianzado con mano dura sus tributos y ordenado a sus reyes sembrar trigo y demás granos para alimentar a sus numerosas legiones. Preparó un canal de suministro completo desde Camulodunum y pensaba abrir otro desde Londinium cuando la ciudad que había sufrido la ira de Boudica quedará completamente reconstruida.

Maximilian en su plan de logística, establecía liberar los puertos y asegurar a los comerciantes la entrada sin que temieran por algún daño colateral, necesitaba granos, metal y todo lo que los fenicios y comerciantes desde distintos puntos del imperio pudieran ofrecerle. Tenía un plan, quedarse en Britania armando al ejército y preparando todo para luego, cuando las hojas antes verdes se tiñeran de naranja, intentara cruzar por el Canal en dirección a Roma. Los inviernos en Britania eran hostiles, no permitiría que sus hombres se quedaran allí y si había un lugar en el que podían pasar el frío de una mejor forma, era en la parte sur de la Galia. Tenía barcos que preparar, armas que formar, armamento extra que preparar y un plan estratégico que comenzar a planear que describiera cada detalle de su paso por cada centímetro de la tierra que en su momento perteneció absolutamente a los galos.

Las tribus cargadas de oro del Norte le darían la riqueza necesaria para mantener a las legiones y parecía que, entre más al Norte, más riquezas podrían encontrar y para ello necesitaba la presencia de la princesa celta dentro de sus campamentos. No había nada que ella no conociera, pues la mujer conocía a cada rey celta, cada reina tribal y cada sacerdote de esos páramos. Necesitaba tropas auxiliares en sus filas y era sabido que los celtas eran bravos guerreros, aunque carentes de disciplina bélica. El papel de los auxiliares (Nombres de los soldados que no tenían nacionalidad romana, como celtas, galos, germanos que se unían al ejército o eran reclutados por el mismo, su pagará era inferior, comían al final y sus prestaciones no eran ni siquiera mínimas), era claro, ellos se colocaban delante y eran los primeros en enfrentarse al enemigo, haciendo que se desgastaran, que toda la fuerza se fuera contra ellos, muchos morían, pero eso era lo de menos, si cansaban a los enemigos que luego de haber gastado sus fuerzas eliminando bárbaros, tendrían que enfrentarse a la disciplina bélica de las legiones. Por esas razones estratégicas los bárbaros eran importantes en la planeación de las guerras y Maximilian tenía a Iria que le ayudaría a persuadirlos o dominarlos, pues era imprudente confiarse del Norte, del traicionero Norte con sus caníbales y sus sanguinarias tribus esperando del otro lado de sus pantanos.

En el campamento de Marius, una mujer lloraba de forma desconsolada mientras se aferraba a su diván. Los sollozos de Cornelia intentaban quedarse atorados en su garganta mientras recordaba cosas que debían alegrarla. Gia estaba en camino, Gia pronto estaría con ella, su querida Gia. Esperaba, realmente esperaba que Gia pudiera ayudarla a salir de la miseria en la que se encontraba o más bien en la que se sumergía cuando llegaba el octavo día de cada mes y encontraba sus sábanas manchadas.

Ese día era trece y el día ocho, como cada mes desde que se casó con Marius las manchas habían estado presentes. Su esclava la escuchaba sollozar mientras ella quitaba las sábanas, había veces que intentaba ocultar sus sentimientos de decepción a Marius, intentaba sonreír para él, pero las cosas no eran fáciles. ¿Cuánto tiempo más debía esperar? Habían pasado dos años, sus primas, hermanas de gens y conocidas en Pompeya habían concebido a sus hijos en sus primeros meses de matrimonio, ella tenía dos años, dos largos años ansiando aquel momento, añorando mirar a Marius y decirle que sería padre y que un hijo suyo heredaría su nomen y gens.

ARTS AMATORIA (VOL III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora