CAPITULO 32

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BRITANIA DEL NORTE

(CASTRUM (CAMPAMENTO))

GIA

El aire me faltaba, era una sensación extraña que dominaba mi cuerpo y una combinación de muchos sentimientos a la vez, mis ojos se mantenían fijos en el hombre que tenía delante, al que creí muerto, al que llore, al que extrañe con todo mi corazón hasta que mi alma se quebró, estaba aquí, delante de mí, mirándome con esos ojos color ámbar que me parecieron muchos más fríos que la primera vez que lo mire.

Domine—la voz de Casius me hizo voltear. Deseaba que fueran a por agua y comida y que encontraran a Fabio Mario, si es que aún él no sabía de mi llegada. Marius también era motivo de mi ira, pues no me lo había dicho. ¿Cómo pudo guardarme un secreto como este? Su razón debió tener y sin duda, debieron ser mejores que las de Maximilian. El legado bajó del caballo y caminó en dirección mi dirección.

—Ve y busca a Marius, dile que deseo verlo y que los hombres se alimenten después del largo viaje.

Casius asintió y luego miró a Maximilian para dedicarle una corta pero marcada reverencia. Él no era su general, así que no merecía más que eso. El legado se marchó a cumplir mis órdenes. Mis ojos se apartaron de mi marido para luego contemplar a la mujer que tenía a lado, una celta de cabello claro y cuerpo esbelto. Interesante. Contuve el nudo que tenía en mi garganta luego de recordar el inapropiado recibimiento.

—¿No has enseñado a las esclavas a saber la forma de comportarse?

—No es una esclava.

—¿Entonces qué es? —pregunté sabiendo que su respuesta me dolería, pero igual quería escucharla. Miré a la mujer de forma despectiva, tan despectiva que mis ojos ardieron de inquietud al hacerlo. No había nada especial en ella, más que el aura salvaje que emanaba de su cuerpo. Vestidos de buena tela, pero reveladores a más a no poder y esos ojos que no parecían tener el más mínimo respeto.

—Iria es mi mujer en estos campamentos y en una semana será nombrada mi concubina.

Era claro que lo había dicho con el objetivo de lastimarme, le conocía, conocía que tan malvada podía ser esa lengua cuando estaba molesto. En el pasado, pude sentirme triste por su rechazo o por insultos en mi dirección como cuando estaba por follarse a Drusila incluso antes que a mí, pero a la mujer que estaba intentando dañar ahora, ya nada le hacía daño. No cosas banales como una mujer que no era inmortal y que podía aparecer degollada en cualquier zanja.

—¿Tu mujer? Interesante dato. Lo que sea que paso aquí debió de haber afectado, incluso tus gustos se han vuelto de los más escabrosos. Es una pena, me apena en verdad por ella, porque tal parece que sus deseos por ser nombrada "amante oficial" han llegado a su fin, porque he llegado yo y puedo asegurarte que eso no pasará.

La miré por última vez y luego caminé dentro del praetorium, sin importarme que se me pudiera negar el paso. Cuando llegué a la puerta dos lanzas se interpusieron en forma de X impidiéndome el paso. Mis ojos no pudieron estar más enfadados al respecto y antes de que pudiera pronunciar algo, escuché el galopar de unos caballos.

—¡Por Marte, Julia! ¿Cómo es posible que llegaras antes de lo planeado? —preguntó Marius para luego bajar con preocupación del caballo. Me miró y luego a Maximilian y el gesto de preocupación en sus ojos no se hizo esperar—. Te aseguro que puedo explicarlo.

—Agradezco que desees hacerlo, pero hay otras explicaciones que estoy dispuesta a escuchar primero. En cuanto salga de aquí, me iré contigo. Abran la puerta.

ARTS AMATORIA (VOL III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora