BRITANIA DEL NORTE
(CAMPAMENTO LEGIONARIO)
MAXIMILIAN
Padre ¿Qué pecado tan grande debió haber cometido para que su desgracia nos alcanzará hasta el final?
Mis ojos recorrían las cartas que Aurelius había mandado a Marius de forma incesante, una y otra vez sin dar crédito a los que mis ojos observaban. Mi mente de forma inevitable viajo al pasado, recordando aquella trágica noche en la que mi vida cambió de manera radical. Recordé el aroma de esa cesta y los gritos incesantes de mi madre que no suplicaban piedad si no denotaban dolor. Recordaba mis pies pesar, cada paso parecía ser el infierno y luego ese niño, ese niño de ojos verdes con la mirada como la mía, una mirada que denotaba haber sufrido un infierno, pero sobrevivió a él.
Constantino.
Le recordaba, recordaba las discusiones de mi madre con mi padre, esos reclamos y esa mirada reacia que intentaba doblegar a mi padre.
—¡¿Me has escuchado?! Antes muerta que permitir que adoptes al hijo de esa mujer, eres un Julius, piensa en los rumores que eso levantará, puede que no sea tu hijo biológico, pero no es necesario cuando quieres darle un beneficio legal como ese. Si tu no me haces caso y terminas haciendo lo que se te viene en gana juro por Júpiter, Juno y todos los dioses que no volverás a ver a Caius en tu vida.
¿Cómo pudo engañarnos a todos de esa forma?
¿Cómo pudo verme la cara así?
Ahora comprendía porque cuando lo mire por primera vez me pareció conocido, había cambiado demasiado en todos esos años y mi mente me lo advirtió. ¿Pero cómo pensar en alguien cuando se suponía que estaba muerto? Era imposible, por eso nunca lo asocié a él. Mis ojos leyeron aquella carta de forma incesante, como si aún no pudiera creerlo. Tigellinus Aelius había muerto, muerto en verdad, pero alguien había suplantado su presencia y engañado a la muerte y al estado de esta forma. Claro que habría guerra, una incesante hasta sacarlo del trono y asesinarle como debí hacer el día en que fue juzgado.
Cometí un error, uno que no cometería dos veces con el asesino de mi padre.
Fue un maldito desgraciado.
Se había ganado mi confianza con todas las herramientas posibles para no dar duda de su lealtad, pero luego había usado esas mismas armas en mi dirección para engañarme. Había matado a Augusto, se había hecho con el trono y además se había quedado con mi esposa. Recordaba haberle pedido que la cuidara...vaya que la debía estar cuidando. Apreté el papel en mis manos sintiéndome miserable y estúpido.
Mi esposa estaba casada con el hijo de la mujer que me arruinado la vida.
Me puse de pie y coloque los papeles en una mesa para luego servirme vino, una leve brisa se filtró cuando alguien levantó la gruesa tela de la casa de campaña y las hojas casi salieron volando. Tomé de inmediato una daga que había allí mismo y la clavé a ella impidiendo que salieran volando. Iria entró al lugar portando un lindo vestido verdoso.
—Pareces inquieto.
—¿Lo parece? —pregunté de mala gana bebiendo de golpe el líquido que raspo mi garganta debido al fuerte contenido alcohólico.
—He escuchado que el hombre con el que deseabas pelear ha muerto. Quiere decir que podrías regresar a Roma en cualquier momento. No hay nada que te ate a estas salvajes tierras por mucho tiempo—comenzó diciendo ella acercándose a mi moviendo esas voluptuosas y sensuales caderas mientras lo hacía. Miré los documentos, ahora no creía que eso fuera posible.
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ARTS AMATORIA (VOL III)
Historical FictionCuando el odio lleva a la venganza y los enemigos asechan todo se torna inestable, lo que se creyó posible se torna imposible y las personas en las que creíste fielmente te traicionan. Antes de obtener lo que desean Gia y Maximilian deberán aprender...