CAPITULO 15

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BRITANIA

Los pasos de una mujer resonaban entre la maleza, a una distancia prudente dos hombres le seguían mientras daba su paseo matutino por la enorme construcción que era el praetorium. Cornelia observó subiendo aquella colina las dimensiones del campamento, era numeroso, el más grande en el que había estado nunca. Todas las mañanas lo recorría antes de ir directo al altar de los dioses a hacer sus plegarias matutinas que tenía que duplicar, pues encendía dos antorchas, como si fueran dos domines quienes hicieran aquel rito para honrar a los dioses.

Si los romanos tenían una palabra para ser descritos podría ser sin duda: Supersticiosos. Ellos, pensaban en cada detalle sus acciones con el afán de no enfadar a los dioses, especialmente a Marte y Cornelia, quien era una mujer inteligente usaría eso a su favor para poder poner al campamento entero en una sola posición y ahuyentarlos de las garras de la Britana.

—¿Tienes lo que te he pedido?

—Claro, Domine, está en una caja en el campamento.

—¿Nadie te vio?

—Para nada—dijo el guardia—, lo he atrapado con sumo cuidado y me he asegurado de mantenerlo seguro en su caja. Si me permite, quisiera soltarlo yo mismo, no deseo que pueda salir herida, una picadura sería fatal para una dama.

Cornelia asintió.

—Hazlo como desees, lo haremos hoy. No consideres esto como una traición o mentira porque estoy protegiéndonos a todos. Especialmente a la figura del Legado, no deseo que nada se interponga entre la confianza de sus legiones—explicó la mujer—. Por esa razón, no me importa correr los riesgos necesarios si eso me asegura que todo estará en orden y mantendré la unidad de este campamento intacta.

—Pienso igual, no tenga dudas de que la ayudare y mi boca guardará silencio en todo momento.

Cornelia sonrió levemente y luego dio por terminado aquel recorrido siendo escoltada de regreso. Mientras caminaba por los caminos del campamento se encontró con una comitiva que regresaba de una excursión. Maximilian cabalgaba un imponente caballo negro siendo seguido de Marius, un hombre de cabello canoso que no parecía romano y la odiosa Iria, la princesa picta. Cuando notaron que Cornelia recorría su mismo camino todos detuvieron su galope.

—Es sorprendente la confianza con la que recorres los campamentos Cornelia—comentó Maximilian—, pareces Bellona misma, pues pocas mujeres se animan a embarcarse en una travesía como esta. Mis hombres apostaban que huirías en la primera semana y mírate aquí, como si fueras dueña del campamento.

Marius sonrió levemente. Maximilian parecía tener algún instinto suicida porque no había mujer que se enfadara más rápido como Cornelia y Maximilian no tenía problemas en provocarla. La Domine romana no tenía reparos en demostrar su desagrado por la extranjera.

—Me siento dueña de algún modo, tengo una posición favorable ¿Recuerdan? Soy la única mujer apreciable en este campamento, aunque pienso que solo temporalmente.

Maximilian sonrió al notar los ojos sarcásticos de la mujer.

—¿Le permitirás a Marius tener una esclava o una amante?

—Marius puede tener las esclavas y amantes que quiera—afirmó Cornelia aniquilando a su marido con la mirada—, aunque me dejaría claro que no es más que uno de esos hombres corrientes que intentan saciar su libido con zorras foráneas. No podría volver a calentar la cama de un hombre así, yo tengo niveles.

Marius golpeó con su zapato el pie de Maximilian dictándole que no era buena idea seguir provocando a su mordaz esposa. Últimamente, Cornelia estaba demasiado a la defensiva. La mujer miró a Iria que le sonreía levemente, como si quisiera decirle que no había podido alejar a Maximilian de ella. El Legado apretó la mandíbula al escuchar "hombre corriente", sin querer, Cornelia le lanzó una bofetada despectiva.

ARTS AMATORIA (VOL III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora