ROMA
(CAPITAL DEL IMPERIO)
El senado se reunió aquella tarde en la Curia, tenían temas importantes que tratar especialmente con los encargados del Ministerio defensionis (Ministerio de Defensa) quienes tenían una ocupación demasiado grande: Aplastar a cualquier intento de rebelión y asegurar la seguridad del imperio garantizando la paz. Licinius hizo acto de presencia en su representación y en la de su suegro que se mantenía al margen de los asuntos de Estado alegando que estaba un poco delicado de salud. Mentiras, no quería seguir involucrándose y respondiendo preguntas rodeado de senadores a quienes más tarde tendría que darles la espalda y luchar contra ellos.
En Roma no se peleaba por patriotismo si no por deseos insanos de poder y los senadores se inclinarían por quien se doblegara ante ellos. Entre Aelius y el rebelde Marius, sin duda escogería a Aelius, pues para muchos la política era mil veces mejor que la guerra.
—Hay asuntos importantes que requieren atención. El principal tema a atender es el estatus del gobernador de Britania, Fabius Marius Aquilus, quien le ha dado la espalda a Roma en un intento de obtener atributos personales nada en pro de la seguridad de nuestro imperio. Las normas militares son claras, aquel que ose darle la espalda a Roma, deberá pagar y entregar el poder de vuelta a ella. Las estipulaciones legales establecen que se debe solicitar a Fabio Mario la entrega completa del poder de las legiones que salvajemente a robado al imperio y también su cargo como pretor, un cargo que debió honrar porque fue entregado por el divino Augusto pero que de la manera más ruin ha insultado dándole la espalda a lo que debió honrar y proteger.
Licinius escuchó aquel parloteó con un gesto de insatisfacción en sus ojos. Ansiaba pararse y contrarrestar aquello, pero en su posición no era correcto, como su suegro, debía mantenerse al margen de cualquier problemática que afectara a Aelius de forma directa, pues intentaban mostrarles que al menos le tenían en consideración, pues Licinius siempre demostró que el pretoriano no le agradaba y no era hipócrita como para que ahora que era César esos sentimientos cambiaran.
Las leyes debían respetarse y no había nada incongruente en las peticiones del senado, a excepción de que el villano de la historia era otro.
Vitellinus, hermano de Flavia, estaba muerto, había cumplido su condena y la fortuna de esa gens había pasado a las arcas del imperio, era una poderosa fortuna, igual o similar que la de Thiagus, el padre de Gia, pues ni un Flavio cercano se había salvado de que su bienes fueran confiscados, lo mismo que aquellos que apoyaron ciegamente a Adrianus, pues el senado así lo exigió y eso benefició a Aelius.
—¿Qué pasa si Marius decide no entregar el poder de forma sencilla?
Esa interrogante era buena.
—Pues entonces tendremos que doblegarlo—respondió el ministro principal sin tapujos.
—Fabio Mario es un miembro distinguido de nuestra gens a peleado por Roma tantas veces que son incontables. Tuvo una posición formidable en Germania y ¿Aun así piensan que es correcto juzgarle por sus hechos? ¿Aun cuando estas respaldados por la rabia de un hombre herido por la muerte de su hermano?
—Su hermandad con el difunto Caius Maximilian no justifican este hecho de rebeldía.
—Si un general de su talla se siente amenazado y nota que al regresar le quitaran todo no dudará en pelear—replicó un miembro de la gens Cornelia—. Esta es una de las situaciones donde se debe de pensar que la política y la diplomacia deben ir primero que la guerra. El imperio no está en condiciones de alimentar una guerra.
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ARTS AMATORIA (VOL III)
Historical FictionCuando el odio lleva a la venganza y los enemigos asechan todo se torna inestable, lo que se creyó posible se torna imposible y las personas en las que creíste fielmente te traicionan. Antes de obtener lo que desean Gia y Maximilian deberán aprender...