CAPITULO 37

485 79 320
                                    

BRITANIA DEL NORTE

(PRAETORIUM)

GIA

Escuchaba un sonido a los lejos, el sonido de cadenas, hachas y otra clase de herramientas, pero todo se resumía a metal. La luz no se filtraba por los ventanales por lo que supuse que aún era de madrugada. Rodé sobre la cama topándome con un cuerpo duro y firme. Mierda, Maximilian aun estaba dormido. Abrí mis ojos y le encontré plácidamente dormido, con el torso descubierto y con esa mata de cabello castaño claro despeinado.

Maldito, si al menos fuera feo las cosas serían más sencillas para mí.

Suspiré mirándole dormir, era demasiado lindo, demasiado sensual como para dejarlo pasar a la ligera. Acerqué mis manos a su cabello y acaricié su suavidad, justo cuando estaba por tocar su mejilla mi toque se detuvo. Iba a despertarse. Miré mi ropa hecha añicos en el suelo. ¡Maldita sea! ¿Cómo que iba a regresar al campamento de Marius ahora? Me levanté de la cama de puntillas y me acerqué a corroborar que efectivamente, mis ropas de seda habían sido partidas en dos. Salvaje, era un lindo vestido.

Me acerqué a la cama y tomé un par de mantas para luego cubrirme con ellas, luego caminé hacia la puerta abriéndola un poco, dos soldados que cuidaban la puerta al escuchar el sonido que emitía cuando la abrí voltearon. Solo asomé mi cabeza. Qué vergüenza.

Me aclaré la garganta.

Salve Domine.

—Necesito que alguien vaya al campamento de Fabio Mario y le diga a Domine Cornelia que necesito ropa con urgencia—saqué la mano por la ranura de la puerta y sin pudor alguno mostré las prendas hechas añicos—. Creo que Dominius me ha extrañado demasiado y no pudo controlar sus manos a la hora de arrebatarme la ropa.

—Claro, claro, enseguida, Domine.

Eso es, vayan, vayan y que lo sepa la zorra britana.

De inmediato fueron a cumplir mis órdenes y con una sonrisa regresé a la habitación. Si regresaban antes de que despertara sería lo mejor, no quería que tuviera el placer de correrme o algo por el estilo, ahora Maximilian era capaz de todo, mucho más considerando la forma en la que se había puesto el día anterior. Estaba demasiado enfadado conmigo por lo que había pasado. No tenía mucho que pensar sobre el embarazo, tantas veces que habíamos tenido encuentros en el pasado y nunca había ocurrido nada de relevancia. Eso me mantenía negativa, no era mi intención embarazarme, si no enfadarlo. Era de madrugada, pues la luz de las antorchas aún iluminaba levemente el praetorium. Me dirigí al baño y al entrar me encontré con algunas esclavas que preparaban el agua con aceites aromáticos.

Salve, Domine. ¿Desea tomar el baño, ahora?

Miré mi cuerpo enrollado en las sabanas. Asentí y entonces no dudé en entrar a la tina de mármol. Las mujeres eran amables y las miré esperando que esa amabilidad no se extendiera a mi...a Maximilian. Pensar en mi marido me parecía algo completamente fuera del lugar ahora.

Una de ellas me miró con cierta expectación cuando comenzaron a ayudarme a enjabonar mi cuerpo.

—¿Qué pasa?

Domine, tiene algo en el cuello—comunicó para luego acercarse al tocar y acercarme un espejo. De inmediato analicé de lo que se trataba y de inmediato divisé las marcas ligeramente amoratadas que las manos de Maximilian me habían dibujado en el cuello. Saque las piernas del agua y de la misma forma, tenía los dedos marcados con tinte púrpura sobre la piel. Una piel delicada y unas manos que no conocían el significado de esa palabra no eran una buena combinación.

ARTS AMATORIA (VOL III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora