CAPITULO 19

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BRITANIA DEL NORTE

(CONQUISTA ROMANA)

—¿Serás capaz de permitir que un bárbaro me golpee?

Cornelia, tienes que calmarte.

—¡No, no voy a calmarme! —dijo la mujer de forma histérica delante de todos mirando a Maximilian con los ojos lleno de furia, pero a la vez brillosos por las lágrimas. Por dentro, Cornelia estaba muriendo de risa al mirar la cara de pánico que Iria cuando todos comenzaron a lanzarse en contra de su padre pidiendo un castigo—. Esto es una grave ofensa, me ha tratado como si fuera su igual o algo más bajo. Puede que sea un aliado en las guerras, pero me ha faltado el respeto.

—La romana me ha faltado el respeto a mi y a mi hija primero. Quisiera que Dominus juzgará en pro de la correcta justicia y mirara la provocación antes del hecho que he cometido. La mujer parece tener severos problemas con nosotros y con nuestra presencia en este campamento.

—No con su presencia, si no con las acciones que desempeñan dentro de ella. Me siento inquieta cuando una extranjera se pasea con tanta soltura en terreno que no le corresponde. Creo que en mi posición como mujer puedo decirlo abiertamente.

—No hablaremos de esos asuntos aquí, públicamente Cornelia, así que será mejor que los guardes para otro momento—murmuró Maximilian mirándola con unos ojos cargados de enfado—. Fijare una pena, pero si tu has tenido que ver no me pidas que sea demasiado brusco. Usaré la justicia para tomar una correcta decisión y...

—¡Por los Dioses! ¡Juno ten piedad y misericordia de nosotros! —el grito se escuchó fuerte y sonoro por el campamento y entonces un murmullo ensordecedor ocupó todo el lugar y escuchó las voces de varios hombres y luego el humo extenderse. Rápidamente todos se movieron a aquella zona y miraron el campamento de Juno, Minerva, Vesta y Diana levantar una fuerte llamarada y a una esclava suplicar por ayuda. Era la esclava de Cornelia. Los soldados apagaron el fuego antes de que este se extendiera a un más y entonces observaron perplejos a una enorme víbora cornuda enrollarse en la estatua de Juno y luego descender al suelo. El animal causaba miedo, tenía una cabeza en forma angular y unos cuernos sobresaliendo encima de su cabeza de forma amenazante. De la estatua de Diana brotó un par de alacranes alertados por el humo y eso creó una imagen realmente terrible.

Un hecho así hubiera podido romper la moral de un ejército, pero no se dio en el templo de los dioses masculinos si no en el de los femeninos, por lo que el hecho fue atribuido al enfado de la diosa madre. La serpiente era realmente enorme, de al menos cuatro metros y de un grosor considerable. La esclava permanecía en el suelo arrastrándose del miedo y la víbora parecía estar apunto de ir en su dirección. Cornelia se acercó a uno de los hombres, le quitó una jabalina y ella misma se apresuró hacia el animal para luego hacerlo retorcerse cuando su cabeza fue traspasada por la lanza.

Que los dioses rompan cualquier maldición que lanzaron con este animal.

—Parece que la Juno, la madre suprema está enfadada—murmuró Agripa mirando al animal retorcerse en unos últimos espasmos de dolor abriendo su boca y mostrando sus venenosos dientes, dientes que no parecieron amedrentar a Cornelia en lo absoluto.

Maximilian miró a la romana con unos ojos analíticos. ¿Aquello había sido demasiada coincidencia? Demasiada en realidad como para ser aceptada. Cornelia enterró con más fuerza la jabalina en la cabeza de la víbora hasta que esta dejó de moverse.

—Grande debe ser la ofensa ¿No lo crees?

—No creo en esta clase de cosas Cornelia—susurró Maximilian para sí mismo y para ella.

ARTS AMATORIA (VOL III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora