Rudo

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La noche era fresca, el cielo oscuro adornado con estrellas, las luces de los faroles comenzaban a encenderse y en el gran salón, comenzaba una fiesta esperada por todos, actores, empresarios e incluso miembros de la mafia estarían allí, en el llamado evento del año, conocer al hijo del magnate más temido y envidiado no era algo que sucedía todos los días.

Kagome arreglaba su cabello, ponía labial rojo en sus labios haciendo lucir el blanco de su piel, puso su vestido de gala y bajó hasta su auto, solo debía entrar, sacar de allí a Nao e irse sin mucho alboroto.

Cuando este contigo, llámame, deseo saber si esta bien– pedía su amiga preocupada y enojada, su amada estaba siendo obligada a estar allí, todo por su culpa.

–Tranquila– Kagome veía el semáforo, esperando que cambiará a verde, mientras, encendía un cigarrillo y daba una calada– sabes que en caso de cualquier cosa, mi hermano me ayudará.

Siguió su camino, corto la llamada y condujo hasta estar en el gran salón, dejó su auto con un cuidador, miró todo el lugar, esos eventos eran los que más odiaban, de lo único que hablaban, era de quien poseía más dinero o más propiedades.

Tiró la colilla del cigarrillo y se puso su abrigo de piel, caminó por la alfombra roja hasta la entrada, donde el guardia pedía mostrar una entrada o no la dejarían pasar, Kagome sacó del bolsillo un pase dorado, le abrieron las puertas y escuchó la suave tonada de un piano, caminó entre la gente, tomó una copa de las bandejas y buscaba a Nao.

–Cuidado– dijo una voz grave junto a ella, volteó viendo unos hermosos ojos dorados, esos los conocía muy bien– vaya, pero si eres tu, Kagome.

–Sesshomaru, cuanto tiempo– pasó una mano por el pecho masculino, haciéndolo gruñir– calma, no querrás comenzar una discusión aquí, ¿no?

–Las discusiones me gustan– la tomó de la cintura y se acercó a su oído– en especial, cuando arreglamos después las cosas.

Kagome deseó gemir en aquel mismo lugar sin importarle nada, pero sus ojos captaron el cabello blanco de su amiga, así que pidiendo perdón a Sesshomaru, salio en dirección a ella, él la vio llegar a un grupo de hombres bebiendo, decidió ir tras ella, ya que sabía amaba meterse en problemas.

–No le pongas una mano encima– habló Kagome tomando la muñeca del hombre de al menos cuarenta años, Nao se veía asustada, sus ojos estaban llenos de lágrimas, y en cuanto vio a Kagome, sintió esperanza, saldría de allí– Nao, nos iremos ahora.

–¿Quién te crees para tocarme, y llevarte lo que me pertenece?– dijo histérico el hombre– ¡vete ahora o llamare a seguridad!

–Mejor baje su tono de voz– amenazó Sesshomaru, todos temblaron cuando notaron su mirada asesina– le está faltando el respeto a la hija de Kenta Higurashi.

Kenta Higurashi, jefe de la mafia y contrabandista, las autoridades jamás habían logrado atraparlo, pues tenía comprado a gente del gobierno, un excelente contador y a su servicio tenia unas cuantas empresas que justificaban el ingreso de su dinero. Podía ser el hombre más peligroso, y eso se daba a conocer cuando tocaban a quien era de su familia, y si ponían un dedo sobre Kagome, no solo ellos sufrirían, sino el mismo Kenta, pues su esposa, era el único temor del gran mafioso.

Todos miraron a Kagome, notando los preciosos ojos azules, herencia de su padre, al igual que la marca de nacimiento en su mejilla derecha, dieron un paso atrás, si algo le llegaba a pasar al llamado Angel azul, sufrirían la ira no solo de Kenta, si no también del mayor Higurashi, Bankotsu.

El vejete y su círculo de amigos se fue, Nao y Kagome se abrazaron mientras Sesshomaru suspiraba, se habían salvado de una grande, hasta ellos llegaron Kenta y Bankotsu, asombrados de ver a su Ángel allí, pues siempre había dicho odiar todo eso.

One-shots Sesshome Donde viven las historias. Descúbrelo ahora