Cautiva

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Kagome despertó en una habitación iluminada por una vela, su vista trataba de enfocar, sus manos tocaron la tela de la bata que tenía puesta y su cuerpo quiso moverse, no se sorprendió cuando comprendió que la habían drogado, comenzó a reír bajo mientras se volteaba y su mirada se topó con una dorada.

Se quedó dormida, por que el efecto aún persistía en su cuerpo, y por que no deseaba mirarlo a él, para cuando despertó otra vez, ya podía escuchar, ver y sentir con claridad, se sentó en la vieja camilla, que con cada movimiento rechina, estaba sola, con la ventana semi abierta, si no fuera por aquellas malditas barras.

Un dolor en su cabeza la hizo retorcerse, temblando llevó sus manos hasta tapar sus oídos, cada sonido de aquel inmundo lugar llegaba a ella, se puso en pie, todo era tan extraño, no había guardia, no estaba él, solo ella y sus pensamientos, miró sus muñecas, en una de ellas había una pulsera, formó dos puños y salió de allí, procurando no ser vista, o la harían dormir otra vez.

Tuvo que bajar dos plantas, todo vacío, aún que había una que otra persona en las demás habitaciones, pero no tenía tiempo de ayudarles, si iban a su cuarto y se daban cuenta que no estaba, iría a buscarla personalmente, logró salir sin problemas, llegó hasta un viejo puente, nada lo iluminaba así que no sabía si estaba en condiciones para cruzar, pero prefería la muerte, antes de volver.

-¿Donde vas?- su cuerpo entero tembló, siempre la estuvo acechando, observándola de lejos, dejando que saliera y tratase de huir, sabiendo que jamás podría, miró a su alrededor, varias personas con armas de balas de goma, la rodean- vamos pequeña, vuelve a mi.

Kagome comenzó a hiperventilar, sus manos temblaban y sintió un dolor en su estomago mientras energía comenzaba a salir de ella, haciendo retroceder a todos, algunos taparon sus oídos ya que un chillido comenzaba a oírse.

Él se acercó, sin ningún problema, la tomó de las mejillas y le robo un beso, uno salvaje y demandante, le mordió el labio y Kagome jadeo asustada pero excitada, ese maldito sabor, el calor en su vientre bajo y como comenzaba a calmarse, lo odiaba, por hacer que lo deseara, por tenerla tan malditamente acostumbrada al toque de sus labios contra alguna parte de su cuerpo, odiaba a Sesshomaru Taisho por grabarse en lo más recóndito de su ser.

-Llevenla de vuelta- ordenó poniendo unas esposas en sus muñecas, Kagome lloró mientras negaba- no usen drogas, iré yo mismo.

Sesshomaru se levantó, limpió la comisura de sus labios y fue tras sus hombres, la llegada de un mensaje lo hizo detenerse a mitad del pasillo que daba al cuarto de su amada azabache, su hermano Inuyasha, le pedía ayudarle a encontrarla, sonrió satisfecho, él jamás la recuperaría, Inuyasha jamás volvería a tocarla, aún que admiraba su perseverancia, después de dos años sin ella, aún tenía la esperanza de encontrarla, pero Kagome era suya, solo suya y de nadie más, nadie merecía mirarla, nadie más la tocaría o miraría.

-Joder hermanito, déjala ir- habló mientras tecleaba un "lo lamento, aún estoy ocupado" guardó el móvil, se quitó la chaqueta y corbata, se las dio a uno de los hombres que hacía guardia y lo mandó a descansar- bien, ¿que castigo debería darte hoy?

Kagome lo vio cerrar la puerta, aún sabiendo que sería rudo, que quizá no abría besos y sería más de morderla o como le llamaba él "marcarla" en su mente ya no estaba su primer amor, en ella no había rastro de recuerdos de Inuyasha, Sesshomaru se había encargado de hacerla olvidar, con sus besos, sus caricias, su maldita manera tan lasciva de hablarle y sobre todo, por que estaba comenzando a amar esa actitud del demonio, por que él era sincero, lo que deseaba hacerle se lo decía y después lo hacía, y su cuerpo ya estaba aceptando todo.

-Por favor..- contra todo lo que pensó Sesshomaru, ella se recostó y abrió sus piernas alzando la bata- solo...dame placer.

Sesshomaru sonrió satisfecho, la tenía a su merced, y solo sería de él, ella ya lo estaba aceptando.

One-shots Sesshome Donde viven las historias. Descúbrelo ahora