Enamorando a la muerte

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Mirar como la nieve caía despacio cubriendo el piso, era su actividad favorita en invierno, cubierta en una manta junto a su hermano de catorce años, alegando ya era muy grande para ello, pero sabía muy bien que de igual manera le gustaba compartir aquello.

Se quedaron dormidos, junto a la chimenea y dos tazas de café caliente, un par de ojos brillo en lo oscuro de la noche, miraba fijamente a la joven de cabello azul y piel blanca, dio la vuelta siguiendo su camino, aún faltaba un poco antes de ir por ella.

***

Dos años pasaron, Kagome trabajaba medio turno en un supermercado, en las mañanas estudiaba y por las noches al llegar a casa, siempre bebía limonada con miel para su resfriado, que cada día parecía ir peor.

–No te esfuerces– le regañaba Sota mientras hacía su tarea– Recuerda que ya encontré trabajo, yo te ayudaré con las cuentas.

–Ese dinero es tuyo y para tu universidad– habló cubriendo su boca antes de toser– el fin de semana tendré turno doble, así haré más dinero.

Su hermano no dijo nada más, era inútil debatir con ella, así que mejor siguió leyendo su libro y escribió las respuestas, Kagome por su parte fue a tirar la basura, puso una bufanda y gorro, tomó las bolsas y salió del departamento y bajó por las escaleras.

En los botes, una silueta se plantó frente a ella, alzó su mirada y la falta de aire le asustó, sus ojos brillaron rojos por un momento, hasta que divisó el rostro, era pálido, con cabello largo y plateado, ojos dorados y unos finos labios, vestía de negro y parecía que el frío le importaba muy poco, pues no llevaba bufanda aún cuando la nieve caía ahora más rápido.

–¿Necesita algo?– cuestionó dando un paso atrás.

–He venido por ti– sacó una de sus manos de los bolsillos, enguantada y apuntando a ella, un escalofrío recorrió el cuerpo de Kagome antes de correr hacia el edificio– es inútil– susurró antes de aparecer frente a ella, quien comenzó a llorar– no temas, no dolerá.

–Por favor...solo deseo...un poco más de tiempo– se detuvo, algo en ella le decía que esperara, solo un poco más, guardó su manos esperando que hablara– mi hermano....aun no esta listo para quedar solo.

–Te daré un poco de tiempo, pero recuerda..– se acercó tomándola de la mejilla y haciendo que mirara sus dorados ojos– me llevaré tu alma.

Kagome llevó una mano a su pecho, tratando de mantener un poco la calma antes de ir con su hermano, un par de minutos después, entró en su hogar y vio a Sota concentrado, nuevamente las lágrimas amenazaban con salir, se fue rápidamente al baño y lloró en el silencio de la noche.

Al día siguiente, lo primero que vio fue a Sesshomaru, como él se había presentado, mirándola fijamente, eso le hizo gritar del susto, agradecía que su hermano saliera primero que ella del departamento, o entraría allí, y la verdad aun no sabia si las demás personas podían verlo, o solo ella ya que a fin de cuentas, era su alma la que debía llevarse.

–¡Sal de aquí!– le gritó enojada, pero él grito causó tos y dolor en su pecho, se levantó y fue hasta el mueble donde tenía sus jarabes y bebió un poco– Debo vestirme, y además, no es necesario que me sigas, puedes encontrarme en cualquier lugar, ¿no?

Él sólo alzó sus hombros antes de abrir la puerta y salir, la azabache fue despacio al baño, su cuerpo dolía horrores y su tos parecía empeorar poco a poco, las lágrimas no tardaron en salir al saber su hermano quedaría solo, ya habían perdido a sus padres muy jóvenes, tuvieron suerte de no ser separados y peleó cada día hasta sus dieciocho por la custodia.

One-shots Sesshome Donde viven las historias. Descúbrelo ahora