No duermas

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Nota: Este one-shot debía ser publicado el año pasado, pero resulta que lo perdí entre tantos que escribí, es de Halloween, espero les guste, la verdad ni recuerdo de que va.

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Sus párpados se cerraron poco a poco, sus ojos ardían y tenía unas ojeras horribles, sintió un bache y nuevamente se concentró en el camino, decidió parar en la próxima posada que viera, ya había ignorado las dos primera y ahora se arrepentía.

En letras de neón leyó "Hostal Shikon" así que tomó el desvio y cuando entró pidió una habitación, aparco el coche y una vez dentro del cuarto, fue al baño y dejó llenando la tina, quitó su ropa, puso música y se dio un merecido baño.

El agua tibia ayudó a sus músculos, en cualquier momento se dormiría, así que se salió y prefirió poner una alarma, no debia ni podía dormir más de tres horas, la cama era cómoda, con una colcha suave y esponjosa, sus párpados comenzaron nuevamente a cerrarse y esta vez se dejó caer en brazos del morfeo.
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Las tres horas no se le hicieron nada, apagó la alarma y estaba a punto de levantarse, pero algo andaba mal, su cuerpo no respondía del todo, sus ojos se cerraron y sintió como el aire se salía poco a poco, la sombra de alguien pasó por sobre ella, asustada se dijo a si misma que debía despertar, la sensación de ser observada la comenzó a asustar, las lágrimas se acumularon y entonces pudo sentarse y respirar hondo.

Lloró, sola, en silencio y con dolor, miró sus muñecas, tenía moretones y marcas de garras, esto iba de mal en peor, debía acabar con todo esto pronto.
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Llegó a su destino exactamente a las 08:00 am, buscó la casa de su hermano, de seguro aun la esperaba, debía llegar hace tres días, pero esto de no dormir comenzaba a pasarle la cuenta.

Sota estaba en la entrada, con una pequeña en brazos y la miraba preocupado, aparcó y se bajó solo para abrazar a su pequeño hermano y a su hija.

-¿Donde estabas?- preguntó apenas entraron y se sentaron- Sayumi lleva preguntando por ti un día entero
-Lo siento, me quedé en una hostal a orilla de carretera.

Su hermano no sabía cuántos días llevaba sin dormir, no podía llegar y decirle lo que estaba pasando así a la ligera, incluso podría ser que no le creyera.

Kagome suspiró derrotada, debía acabar con todo esto o incluso su propia hija se vería afectada, subió las escaleras y llegó a su antigua habitación, una nostalgia se apoderó de ella al ver el cuadro en su mesita de noche, Sesshomaru Taisho le sonreía en una fotografía tomada por sorpresa, se acercó y mordió su labio para no llorar.

Lo extrañaba, haberlo perdido tan repentinamente era doloroso, aún se culpaba por no haberle explicado la situación, Bankotsu era su medio hermano y Sesshomaru pensó que lo estaba engañando, jamás le dijo por qué Naomi solo le había dicho hasta hace unos días, la noticia no era para tomarla bien de un minuto a otro, además, tampoco salió tras él, pensando que volvería al día siguiente, pero ver su coche en las noticias, por que había volcado, le hizo mal, muy mal.

Había ido con una espiritista, jamás creyó en eso, pero muchos aseguraban que era muy buena, así que dos días después del entierro fue a verla, Tsubaki era una anciana muy arrogante, pero admitía, que en cierta manera pensó que estaba en lo correcto, puesto que, cuando comenzaron a "charlar" pidió que preguntara algo ¿cuál en mi apodo, Sesshomaru? Preguntó con su corazón acelerado a mil, "mi kag" la respuesta la dejó sorprendida, lloró por qué si era él, lloró, pidiendo perdón y diciendo cuanto lo extrañaba, lloró, por que su pequeña debía sentirse sola.

Luego de dos horas de sesión, Kagome salió con una sonrisa, mientras junto a ella, salía un ente inhumano, un ser que se aprovechó del dolor que estaba sintiendo ahora mismo, Tsubaki sintió un escalofrío, aún después de tantos años en aquel oficio, nunca le había pasado, se adentró en su hogar y prefirió rezar por ella.
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Una semana tomando café, bebidas energizantes y escuchando música para no dormir, alarmas cada diez minutos y si era posible, hasta se golpeaba para no caer nuevamente en brazos del morfeo, pero le estaba pasando la cuenta, su cuerpo pedía a gritos descansar.

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