Emperadores

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Kagome camina presurosa por cada pasillo, debía estar lejos o sospecharian había escuchado algo y seguramente la mandarían a castigar, o peor aún, jamás volverían a saber de ella.

No se dio cuenta del camino y chocó de frente con Sesshomaru, quien logró tomarla por la cintura para que no cayera, su corazón se aceleró y sus mejillas se sonrojaron.

–Mi señor, lo lamento mucho– se alejó e hizo una reverencia– no miraba el camino.

–Debes tener más cuidado, muchacha– alegó Jaken, mano derecha del emperador– ahora vete al cuarto, aún no es hora que estés con el amo.

–Déjala, igual iba a ir por ella– el peliplata extendió la mano, ella gustosa la acepto y se dejó guiar al cuarto principal de su señor, donde le ordenó atenderlo y darle de comer– algo te tiene preocupada, puedo notarlo.

–No deseo hablarlo mi señor, puede que no me crea o solo diga son celos– dijo mientras tomaba fruta y le daba en la boca.

Sesshomaru le tomó el rostro, miró fijamente sus ojos y ella supo que no podría irse de allí hasta decir todo.

–He oído a la emperatriz hablando de darle veneno– dejó la bandeja con comida y se puso de rodillas para seguir hablando– en sí, hablaban de hierbas, era para así sacar a todas las concubinas, en especial a mi.

–Si es mentira, serás juzgada y tendré que matarte– ella tembló de miedo y asintió– ¿como sabes que es hierba venenosa?

–Mi abuela era boticaria, solía cuidarme y me enseñó de todo aquello– se sintió muy feliz mientras lo decía, la sonrisa causó estragos en la mente del hombre, quien no había vuelto a tocar otra mujer desde que la conoció.

–¡Jaken!– el ayudante entró sin mirarlo, bien era sabido que así debía ser por si estaban en situaciones íntimas, solo él debía ver el cuerpo de Kagome– ve por Bankotsu y Jakotsu, que sigan a Sarah a todos lados y me digan incluso con quien habla y de que.

–Si mi señor– el hombre salió y fue directo a los mejores investigadores y mercenarios.

Sesshomaru por su parte, comenzó a besar algo desesperado a Kagome, era imposible estar cerca de ella y no desear tomarla, hacerla suya, sus gemidos eran el más dulce y exquisito sonido para sus oídos.

El kimono quedó en algún lugar del suelo, los besos viajaban desde el cuello hasta el estómago y sus manos tocaban todo a su paso, los jadeos aumentaban su líbido y sin poder esperar más  entró en ella como tantas otras veces, fue lento y delicado, haciéndola delirar por desear más, le pidió aumentar su ritmo, pero hizo caso omiso a sus palabras.

•••

Dos meses pasaron, Sesshomaru pasaba mucho más tiempo junto a Kagome y se le mantenía informado del actuar de Sarah, todo indicaba que ella deseaba matarlo para gobernar y que se llevarán a las concubinas, especialmente a Kagome, a su amada Kagome.

–¡Debes fijarte mejor!– escuchó el grito de la emperatriz y aceleró más su caminata, llegó al salón y vio a Kagome en el suelo– ¡llevenla lejos de mi vista!

Sesshomaru se acercó rápidamente antes que el guardia tocase a Kagome, Sarah retrocedió ante la mirada asesina que él tenía.

–Te atreves a tocarla y morirás– dijo y el soldado se pudo de rodillas clamando su perdón, el ojidorado volteó a su esposa– todo aquel que la toque morirá, aún si eres tu.

Tomó a Kagome en brazos y la llevó a su cuarto, la dejó delicadamente en la gran cama y revisó que no tuviera heridas o marcas, al no encontrar nada la apretó contra su cuerpo.

–¿Que sucedió?– quiso saber.

–Solo iba por su bandeja de comida, como cada día– habló bajo, pero él la escuchaba muy bien– di un paso atrás y no supe estaba ella, dijo que trate de hacerla caer y me empujó– si algo había aprendido, es que Sesshomaru creía en ella, y esta vez lo usaría a su favor, por que la verdad, nada debía estar haciendo allí– Lamento las molestias, mi señor.

Él no dijo nada, solo se acomodó en su pecho y disfrutó las caricias que ella daba en su cabello y parte de la espalda, al cabo de unos minutos, ambos dormían plácidamente.

Los gritos fuera de la habitación la despertaron, Kagome estaba sola en la habitación, estaba tapada con uno de los trajes de su señor, olfateó sin poder contenerse, amaba el aroma de ese hombre. Volvió en sí cuando volvió a escuchar más gritos, se levantó y salió de allí hasta llegar al lugar del bullicio.

–¡No puedes hacerme esto, no hay pruebas en mi contra!– gritaba Sarah, que era detenida por dos soldados y la obligaban a arrodillarse frente a Sesshomaru– ¡sueltenme!

–He mandado a que te sigan– con desdén tomó sus mejillas y apretó provocando dolor en la mujer– así que deseabas matarme, usando hierbas que llevan cianuro en ellas– todos comenzaron a hablar entre sí, Kagome suspiró algo aliviada, por que logró advertirle– eso es traición a tu señor, has actuado en contra el emperador, y el castigo es la muerte.

Todo el reino estaba presente, Sarah escuchaba atenta cada uno de los delitos cometidos y las personas allí presentes la comienzan a abuchear, todos apoyan la decisión de su emperador.

Kagome estaba en la habitación de Sesshomaru por ordenes de él,  alegaba que no deseaba ella viera esas cosas, y además, dos sirvientas fueron para vestirla tal cual él mandó, con un exquisito kimono de la más fina seda, color azul marino y con dibujos de flores y pajarillos, parecía especialmente hecho para ella, y le gustaba.

Poco después que estuviese lista la dejaron sola, tomó asiento lo mejor que pudo y espero a Sesshomaru, quien apareció con un semblante más tranquilo al verla allí, sana y salva.

–¡Mi señor!– sabía que estaba mal, que no podía hacer aquello, pero corrió a abrazarlo y escondió su rostro en el pecho masculino– me alegra tanto este usted bien.

–Kagome– susurró mientras la apretaba más a su cuerpo– te ves hermosa.

La azabache se sonrojó completamente, él jamás le había dicho aquello, se separó un momento y ambos terminaron besándose, esta vez sin la necesidad de terminar en la cama, solo disfrutando del sabor de sus labios.

Unos minutos más tarde, fueron al gran salón, donde estaban las antiguas concubinas, los soldados y sirvientes, también estaba un cura allí presente.

–Desde hoy, Kagome será la emperatriz– dijo tomando la mano de la ojiazul y haciendo que tomara asiento junto a él, el cura se acercó con un pergamino, ambos firmaron y bebieron de la copa del otro– y toda concubina regresará a sus hogares y tierras.

Las mujeres chillaron descontentas, pero no alegaron nada más, no deseaban una muerte segura a manos de Sesshomaru. Los demás sirvientes solo proclamaron su lealtad a la nueva emperatriz e hicieron un banquete en su honor.

Durante dos días celebraron, más tarde Jaken y algunos nobles enseñaron los nuevos trabajos que debía hacer como emperatriz, pasaba menos tiempo con Sesshomaru y eso no le gustaba, temía él encontrará a otra y la dejase de lado, así que pidió le ayudarán a vestirse provocativa para él.

Entrada la noche, Sesshomaru suspiró aliviado de poder ir a descansar, entró en la habitación y sus ojos se fijaron en la figura sobre la cama, Kagome vestía una bata casi transparente, veía cada una de sus curvas, sus pechos bien formados y las largas piernas, se acercó y ella comenzó a quitarle su vestimenta, besando de vez en cuando su piel.

La entrega de amor aquella noche dio frutos, nueve meses más tarde, Kagome dio a luz al primogénito de Sesshomaru, el primer hijo varón y siguiente sucesor, Kagome estaba muy feliz, amaba cada día ver aquel pequeño rostro, besar sus manitas, escuchar su suave risa o los balbuceos.

Sesshomaru miraba cada mañana a su mujer en la cama, disfrutaba saber que al fin podía tenerla allí, solo para él, sin la necesidad de existir horarios para verla, sentirla, tocarla y amarla.

One-shots Sesshome Donde viven las historias. Descúbrelo ahora