No recuerda cuando todo se fue al carajo, no recuerda en que momento su relación pasó a ser tan asfixiantes, todos los momentos felices pasaron a ser una simple imagen que poco a poco se desvanece como si todo hubiera sido una ilusión.
No sabe cuando dejaron de hablarse, solo a compartir mesa por mera rutina, y no sabe cuando ella dejó de ser su luz de esperanza y amor en esa vida, pero si recuerda, el primer día que sus caminos se cruzaron.
"Era un caluroso día de verano, cuando paseaba por las orillas de la playa con un traje de baño y sandalias, llevaba gafas de sol y bebía un margarita, hasta que sintió como chocaban contra él, iba a reclamar, pero al bajar la mirada, vio unos preciosos ojos azules, parecían suplicar ayuda, no supo por qué, pero las palabras salieron solas.
–¿Necesitas ayuda?– jamás en su vida había ofrecido ayuda, menos a una mujer.
–Me están siguiendo, necesito esconderme– su voz temblaba, seguro era el miedo– por favor, ayúdame.
Dos hombres, altos y de traje, aparecieron queriendo llevársela, su razonamiento le decía que no se metiera más allá, no la conocía, no sabía si era alguien peligrosa, pero su cuerpo actuó antes que su mente y la escondió tras su fornido cuerpo, golpeando la mano del sujeto que trató de tocarla.
–No te metas– dijo el hombre recién prestando atención a su rostro, las características marcas de un Taisho no pudieron pasar desapercibidas– yo..lo lamento señor Taisho, no sabía que la conocía.
–Larguense, o me haré cargo de ustedes– amenazó mostrando los colmillos, ambos hombres se fueron, pero antes, le dieron una mirada a la mujer, quien temblaba tras Sesshomaru– ahora, ¿quien eres y por qué te seguía la mafia?
–Mi padre les debe dinero, el jefe de esos orangutanes me deseaba a mi como pago– respondió, sintiendo seguridad ante él, a pesar de su mirada asesina– muchas gracias, ¿como podría pagarte?
Deseaba tanto decirle que desapareciera de su vista, pero a la vez no, ella era un maldito misterio, y por como había actuado, tal parecía que era su problema ahora, y si su madre se llegaba a enterar, que dejó a esa chica allí, en peligro, lo mandaría a castrar.
Pasó ambas manos por su rostro, luego la tomó del brazo y la llevó al hotel que se hospedaba, en la recepción, Sesshomaru se topó a Inuyasha y Kikyo, quienes al verlo con una mujer, comenzaron a especular y al poco tiempo, sus padres estaban allí, queriendo hablar con él.
Aquel día la pasaron encerrados, Sesshomaru preguntando más información de ella y también por que algo dentro de él pedía no alejarla.
Supo que se llamaba Kagome Higurashi, hija de un empresario a punto de ir a bancarrota, y por ello pidió el favor a la mafia, cuando el plazo se cumplió, el hombre no pagó y como consecuencia, fueron tras ella, quien logró darles en sus partes íntimas y correr. Se llevaban solo dos años de diferencia, sus gustos eran totalmente distintos y sus personalidades lo eran aún más."
–¿Me estas oyendo?– la voz apagada de Kagome llegó a sus oídos, alzó la mirada de su cena, ¿cuando fue la última vez que pronuncio su nombre? Recordaba que antes, era la sensación más exquisita, el oír su nombre de aquellos apetecibles labios, así como cuando el nombre de ella salía de su boca, juraba que podía saborear cada sílaba. Vio el deje de tristeza y enojo en ella, aún no le respondía, así que solo negó y ella suspiró– he dicho que me iré con mamá, ya no podemos seguir así.
Y allí estaba, aquel sentimiento que odiaba, aquel que juró no volver a sentir, aquel que quedó en el olvido cuando ella apareció, y que ahora, con el pasar del tiempo, había comenzado a crecer y él ignoró.
Soledad
Se sentía asfixiado, no dijo nada, simplemente se levantó y fue a su dormitorio, aún compartían cama, pero una barrera hecha de almohadas estaba en medio, cuando la vio, su impotencia lo llevó a tirar todo al suelo, alzó una de las almohadas que ella usaba y aspiró su suave aroma, manzana y canela, no cambiaba, jamás cambia, ese aroma tan peculiar, que no era de cremas o algún aceite, y él lo había comprobado, las tantas veces que la hizo suya, cuando se abrazaban y cuando pasaba junto a él, ella olía igual, pero ahora, sólo olía la tristeza y aseguraba, que por las noches lloraba.
Kagome quedó mirando su platillo, mordió su labio inferior aguantando las lágrimas, evitando gritar y patear todo a su alrededor, solo le había dicho aquello como un último intento por ver si aún la amaba, solo un poco, pero tal parecía que no era así.
Se levantó y llevo todo a la cocina, iría por su celular y le marcaría a su madre, hablaría con ella para mañana mismo irse de allí.
Cuando entró en la habitación, Sesshomaru miraba un cuadro de ellos dos, donde ella tomaba helado y él una botella de agua, quería decirle tantas cosas, pero temía a su silencio, así que solo fue hasta la cómoda donde cargaba su celular.
Grande fue su sorpresa, al sentir como el youkai la abrazaba de la cintura y hundía su rostro en el sedoso cabello, aspirando profundo y casi enterrando las garras en su piel, aún cuando parecía que todo estaba muerto, que ya nada podía salvar su relación, su corazón insistía en latir presuroso y mandar calidez.
–¿Como terminamos así?– la pregunta dolió, más de lo que podía imaginar, ¿era un adiós?– ¿cuando dejamos incluso de mirarnos?
Sesshomaru la volteó, limpiando las lágrimas acumuladas en sus ojos, besó su piel, tan suave como la recordaba, sus manos temblaron al momento de volver a subir por su cintura, por sentir como ella aún reaccionaba a su tacto, no deseaba una respuesta, así que solo la besó, deseando ella correspondiera, por que si lo hacía, no había manera en que la dejase ir, ella seguía siendo suya, parte de él y de su ser.
Kagome rodeó el cuello de su youkai, y esa fue la señal para que él la tomara y la guiará a la cama, donde le hizo el amor, donde revivieron cada entrega de cuerpo y alma, donde tantas noches e incluso días se juraron amor, y no permitirían que ahora se acabará.
Sesshomaru le susurró en el clímax, cuanto la amaba, y lo que por dos años evitó, aquella noche sucedió, sus colmillos se enterraron en su piel, dándole un poco de su veneno para marcarla como suya, para siempre.
Kagome lloró, por que una de las tantas noches que se desveló, fue por pensar que él dudaba de la relación y por eso no la marcaba, siempre evitaba estar cerca de su cuello al momento del orgasmo, y ahora, cuando su relación estaba en el estado más crítico, cuando creyó todo acabaría, la marcaba.
Sesshomaru comenzó a lamer la reciente mordida, disfrutando como ella temblaba y poco a poco una luna iba apareciendo.
–Dejaré la empresa– añadió cuando se acomodaron mejor en la cama, Kagome lo miró queriendo saber el por qué– nos iremos de viaje y formaremos una familia.
–¿Tendremos hijos?– consultó ilusionada, él sólo asintió, sacando una genuina sonrisa en ella.
Volvieron a entregarse una y otra vez hasta que sus cuerpos pidieron un descanso, hasta que tuvieron la deseada paz que buscaron todo este tiempo.
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One-shots Sesshome
Diversos•Ambientados en todo tipo de tiempo •Solo Sesshome •Algunos tendrán lemon