Salir del palacio unos días no le haría mal, necesitaba dejar de pensar en el matrimonio forzado que su padre y madre deseaban arreglarle, o terminaría mal de la cabeza.
Tomó un camino estrecho, estaba en medio del bosque y seguramente aquel camino llevaba a una aldea humana, no pasaría por allí, el hedor de aquella raza le provocaba nauseas, así que se detuvo para así volver. Se quedó unos minutos de pie, escuchando el piar de los pájaros, las ramas mecerse por el viento y las hojas crujir por los animales.
Algo o alguien chocó contra él, enojado, volteó dispuesto a matar a quien no lo veía allí de pie, tuvo que bajar la mirada para encontrar a una mujer, que pasaba su mano por la nariz y mentón, seguro por el golpe contra su armadura.
–Deberías ver por donde caminas, humana– la gélida vos la asustó, vio como se ponía de rodillas y buscaba algo.
–Lo lamento señor, pero soy ciega– Sesshomaru alzó una ceja, creyendo que bromeaba movió su pie delante de ella– no haga eso, el poco viento que levanta me llena de polvo.
Ella miraba al frente, sus manos aún buscaban las cosas que habían caído y cuando pensó que tenía todo, se levantó e hizo una reverencia.
–Con su permiso– levantó su mano y cuando logró sentir la suave seda del haori, quitó la mano y lo rodeó.
Sesshomaru la siguió con la mirada, y aún no convencido de que era ciega, fue tras ella, viendo como ahora doblaba luego de tocar con el pie una piedra, seguro puesta por ella para saber como volver, lejos de donde fue su encuentro, en medio del bosque, una pequeña cabaña se alzaba, una valla de madera la rodeaba y la mujer alzaba la mano para no chocar con esta.
Cuando volteó hasta donde él se encontraba, notó que sus ojos eran casi blancos, realmente era ciega, así que dio media vuelta y siguió su viaje inicial.
Por medio del bosque, anduvo vagando hasta que se hizo de noche, siguió el mismo camino y notó que a aquella mujer, se le había caído un paquete más, por su olfato supo que era carne, seguramente era la comida del día, la tomó en sus manos, y dudando un poco, decidió ir a dejárselo.
Recordó el camino, llegó nuevamente a la cabaña y sin necesidad de abrir la puerta de madera, saltó y llegó a la entrada de la cabaña, se preguntó que demonios hacía allí, llevándole comida a una humana que apenas y había conocido hoy, suspiró enojado, simplemente le daría la carne y se iría, así que tocó la puerta y esperó a que saliera.
–¿Si?– ella sintió como algo chocaba contra su estomago, no de manera brusca o para lastimarla, pero de igual manera se asustó– ¿que es?
–Tu carne– lo reconoció, así que estiró la mano y recibió el paquete– me voy.
–Muchas gracias– dijo ella feliz– disculpa, ¿eres un demonio?
–Por qué la pregunta.
–Cuando choqué contigo, te referiste a mi como humana– respondió haciéndolo girar– solo los demonios nos llaman así, y es cuando nos odian.
–Eres humana ¿no? Seria estúpido llamarte de otra manera.
–Tenemos nombres– su tono había cambiado a uno más brusco y eso le causó gracia.
–Lo sé, eres Kagome– respondió él y ella quiso saber el suyo– no nos volveremos a ver, para que saber mi nombre.
Kagome sintió una suave brisa, seguramente se había ido volando, volvió a entrar y fue a la cocina, donde un niño de doce años cortaba los vegetales.
–¿Quién era hermana?– ella mostró la carne y Sota sonrió feliz– ¿ese hombre con quien chocaste la trajo? Que bien, ahora podré hacer nuestra cena.
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One-shots Sesshome
De Todo•Ambientados en todo tipo de tiempo •Solo Sesshome •Algunos tendrán lemon