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—Córrete para mí, amore mio —gime contra mi oído—

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—Córrete para mí, amore mio —gime contra mi oído—. Muéstrame cuánto te gusta tenerme dentro de ti.

Cierro los ojos ante el recuerdo. La piel de la nuca se me eriza y, por un momento, me lo imagino detrás de mí.

«Detente».

Odio los flashbacks sexuales, sobre todo los que son con él. Me pillan desprevenida en momentos inapropiados, como ahora: cuando cocino la cena para mi hijo y para mí.

No debería pensar cosas vulgares, menos con un hombre que no es mi esposo... ¿Cierto?

No.

Estoy perdiéndome a mí misma y sus recuerdos son todo lo que me queda de cuando era feliz. De cuando me sentía plena... De cuando pude ser yo misma y no una marioneta.

Sé que la felicidad es frágil y temporal, en especial en una vida como la mía, pero esperaba poder sentirla aún más tiempo.

Aunque al mirar los ojos azules de mi bebé siento que puedo soportar cualquier cosa. No importa qué ocurra, siempre lo tendré a él a mi lado y es todo lo que necesito como motivación para seguir adelante.

—¿Quién es mi bebé hermoso? —pregunto con voz tonta.

Se ríe. Lo tomo en brazos y le hago mimos mientras espero que el estofado esté listo.

En poco tiempo cumplirá su primer año y aún no estoy lista para dejar de ver esta faceta de él. ¡Ni siquiera ha dicho su primera palabra!

Los pensamientos inapropiados sobre mi ex prometido quedan en el olvido y no permitiré que vuelvan. Estoy casada, viviendo en una casa hermosa, tengo padres felices —o al menos uno de ellos lo está— y tengo una buena situación económica gracias a mi marido perfecto. Tengo todo lo que me han dicho que debo desear. Todo está perfecto, sin noticias tristes, sin pérdidas familiares, tengo un hijo precioso y no me falta nada...

Y aun así tengo un vacío en el pecho. Finn llenó una gran parte, pero con cada día que pasa, el hueco se hace más grande.

La puerta de la entrada nos sobresalta a ambos.

Mi esposo entra corriendo, jadeando y con apariencia desordenada, algo impropio en él. Donde yo soy un desastre, él suele ser perfecto, o al menos es lo que siempre me dice.

Hago mis mejores esfuerzos por ignorarlo, hasta que se acerca a la mesa del comedor y hace una especie de barricada en la puerta con ella. El florero cae y asusta a Finn, quien comienza a llorar.

Stefan levanta la mirada. No lo reconozco.

No hay rastro del hombre seguro y egocéntrico con el que me casé. El sudor recorre su cara y está rojo, como si hubiese corrido una maratón.

—Deben esconderse —dice sin aliento.

—¿Qué? ¿Por qué?

La puerta estalla con un sonido ensordecedor.

Grita Por Mí (+21) [Terminado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora