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Sus palabras no dejan de repetirse en mi cabeza

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Sus palabras no dejan de repetirse en mi cabeza.

«Por favor, llévame con ellos. Te lo suplico».

«Te lo suplico».

Cuando estábamos juntos me rogaba que la llevara conmigo, que la alejara de su padre, que la salvara. Ahora quiere que ellos la salven de mí.

Necesito ser su amigo. Incluso si no podemos ser pareja otra vez. No puedo alejarme de ella, por su bien...

Y por mi egoísmo también.

Le ofrecí un calmante cuando bajó las escaleras, pero lo rechazó. No cargó a Finn durante la tarde. Mamá y yo nos turnamos para darle atención.

En algún punto del día, le regalé a Lana un collar con un pequeño colgante de oro en forma de araña. Quería dárselo con las flores. No lo aceptó, así que lo dejé en la mesa junto a ella.

Estoy arruinando todo.

Le di espacio cuando quiso jugar con Finn. Me quedé allí, observándolos y participé cuando el pequeño se acercaba a mí. Lana se forzó a estar bien, pero lucía cada vez más triste y apagada cada vez que Finn la dejaba.

Después del almuerzo —que no comió— se sentó acurrucada en el sofá, mirando a Finn jugar con un piano de juguete que compré. Al cabo de un rato, su cuerpo cedió y cayó dormida. Cuando estábamos comprometidos pasó un par de veces. No me explicó el porqué, yo tampoco insistí. Saber todo por lo que ha pasado era suficiente.

La cubrí con una manta y llevé a Finn al establo. Lo ayudé a montar a Daisy, mi yegua. Es una belleza negra a la que he cuidado desde que era potranca. Lana la ha admirado desde lejos y me he planteado invitarla a dar un paseo, aunque por cómo la mira, no creo que tenga la confianza suficiente para aceptar.

A las ocho de la tarde Lana despertó. Sigue perdida en sus pensamientos desde entonces.

Am... Lana.

Parpadea rápidamente y levanta su mirada. Señalo a Finn con la cabeza.

—Debo ir a buscar algo... ¿Puedes vigilarlo?

Asiente y se acomoda en el sofá.

Desordeno el cabello de Finn y me pongo de pie para ir a la cocina. Miro a mamá, pidiéndole con la mirada que cuide de ambos. Ella asiente.

Tres minutos después, vuelvo al salón con un pastel y una vela encendida encima.

Lana suspira y cambia su semblante. Toma a Finn en brazos y se pone de pie, apoyándolo en la cadera. Ella, mamá y yo le cantamos cumpleaños feliz. Mi madre en italiano, por supuesto.

No puedo apartar mis ojos de Lana, cuya mirada llena de lágrimas está fija en su hijo.

Mamá graba a Finn intentando soplar la vela. Lana se ríe de los intentos mientras él cubre la tarta de babas. Mi pecho se infla, y un calor doloroso se extiende por mi cuerpo.

Sus ojos se encuentran con los míos y su sonrisa se desvanece de inmediato. Siento un pellizco en el corazón. ¿Cuánto le han mentido para que al verme solo sienta odio y decepción?

«Te lo suplico.»

Finn agarra algo del cuello de Lana, pero ella le aparta la mano

—¿Quién quiere pastel? —pregunta mamá en italiano, quitándome el plato de un tirón.

Entra en la cocina. Lana y yo no dejamos de mirarnos.

No sé qué decirle.

Ella tampoco me habla.

¿Lo hice mal? ¿No debí comprar pastel? ¿Me pasé otra vez?

—Gracias —murmura.

Puedo respirar.

Asiento con la cabeza.

Finn vuelve a ponerle la mano en el pecho. Tira de la cadena, pero Lana lo regaña antes de dejarme ver la araña que adorna su cuello.

Mamá vuelve a la sala con un trocito de torta y se la entrega a Lana.

—Finn la babeó por completo.

Lana resopla, saca un trozo pequeño y se lo da a Finn. Sus ojos se abren tanto como pueden y pide más, saltando sobre la cadera de su madre. Ella vuelve a sonreír y el corazón me late con fuerza

—¿Quieres algo de comer? —pregunto esperanzado—. Hay otro...

Niega con la cabeza antes de que pueda terminar.

Aprieto los labios. No ha comido en todo el día y me está preocupando.

Miro a mamá, esperando que me apoye, pero ella niega con la cabeza.

«Por hoy, déjala en paz», dice con sus ojos.

Una hora más tarde, se van a la habitación. La sigo, poniendo una de mis manos cerca de su espalda. Temo que se desmaye o se caiga por las escaleras si pierde el equilibrio un segundo.

No reclama ni discute.

Una vez en la habitación, cierra antes de que pueda darles las buenas noches.

No puedo pedirle más.

Mamá insiste que le diga la verdad, pero no puedo hacerlo de golpe. Lo que ocurrió hoy solo es una parte de lo que ocurrirá si lo hago. Creerá que quiero manipularla para que se quede conmigo y se aleje de su familia.

La perderé.

Me quedo fuera un rato, con la oreja pegada a la puerta. Lana le habla en susurros a Finn y se mueve por la habitación.

Empieza a cantar en italiano. La misma canción que yo le cantaba para dormir. La que me cantaba mi nonna, y también mi madre...

Me apoyo en la pared y cierro los ojos mientras me pierdo en su voz. Canta bajito y las partes que no se sabe las tararea.

No sabe cuánto significa esto para mí.


—Creí que la habías inventado para mí —dice haciendo un puchero cuando escucha la radio—. Me sentía especial.

La voz de Pavarotti cantando «O' Sole mio» llena el auto. Sonrío

—Eres especial, ragnetta. Eres la única persona a la que le he cantado.

Una sonrisa tímida se dibuja en sus labios. Me toma de la mano y mira por la ventanilla.

Dios, es adorable.


Sonrío al recordarlo. Ese día íbamos a tener nuestra segunda cita oficial.

Ese día dormimos juntos por primera vez.

Jamás había estado tan feliz como en esos tres meses, a pesar de los problemas que hubo en torno a su familia. Lana le había devuelto la esperanza y la felicidad a mi vida.

Y nos lo quitaron todo.

Mi sol está tras una nube gris, pero confío en que saldrá tarde o temprano. Nuestra historia no ha terminado.

sta 'nfronte a te —suspira al terminar—... Feliz cumpleaños, monstruito.

Abre la regadera de la ducha y lo tomo como mi señal para irme a mi habitación.

Una vez dentro, abro mi computadora y mantengo las cámaras activas, aunque no las compruebo hasta que ella cierra el grifo.

Sale del baño un minuto después, ya vestida y con el cabello húmedo. Se acerca a la cuna de Finn, se arrodilla en el piso, abraza una almohada y se echa a llorar.

Daría cualquier cosa para me deje estar allí, consolándola... pero todo lo que puedo hacer es esperar hasta que se queda dormida para escabullirme en su habitación.

Grita Por Mí (+21) [Terminado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora