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Una semana y cinco días

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Una semana y cinco días

No he podido contener mis lágrimas... Tampoco he sido capaz de entrenar con Javier o de salir.

Odio esto. Odio no saber si es mi ansiedad hablando o algo le pasó a Dante.

No tengo noticias ni de él ni de mamá. Estoy cansada de vivir en esta situación. ¡Todos me esconden cosas!

—Señorita...

Javier entra lentamente a la habitación, algo inseguro y con rostro triste.

Se me detiene el corazón.

—No me digas...

—No, no vengo con noticias. Lo siento.

El alivio se asoma por un segundo en mi corazón antes de que la incertidumbre vuelva a atacar.

Trago el nudo en la garganta y sacudo la cabeza.

—¿Qué pasa?

—Pasaba a preguntar si necesita algo, cualquier cosa... Estoy preocupado.

Desde que Dante se fue, Javier se ha mostrado más... persona. Greta lo sacó de su caparazón hace unos días, y no se ha vuelto a esconder. Creía que me odiaba. Ahora sé que es solo profesionalismo.

—Estoy bien, Javier. No pasa nada.

—Si necesita algo, puede llamarme. Vivo cerca.

Asiento.

—Muchas gracias.

Sonríe débilmente y se da la vuelta para salir.

Me pregunto cómo terminó aquí. Apenas tiene veinte. No es que yo sea mucho mayor, pero está arriesgando su vida... ¿Por qué?

Tarda unos segundos en salir de la habitación, pero cuando está cerrando la puerta, lo llamo. Quizás él tiene las respuestas que necesito.

—¿Qué es lo que hacen exactamente? Dante, tú...

Suspira resignado, como si estas semanas hubiera temido que esa pregunta saliera de mis labios.

—No sé si tengo permitido decirle esa información.

—Bueno, si alguien te recrimina, di que fue una orden.

Sonríe y se apoya contra la pared. Mira por la ventana por unos segundos antes de comenzar:

—Nuestro trabajo es proteger y rescatar, señorita. Trabajamos en contra del tráfico de personas. Dante lidera rescates, desmantelamientos, búsquedas... Trabajamos en una organización que está activa por todo el continente, me atrevería a decir que abarca más, pero no estoy completamente seguro. Apenas llevo unos meses trabajando y, bueno, cuidarla fue mi primera tarea.

Enarco las cejas. No creí que fuera algo tan importante. ¿Cuánta gente trabaja para él?

—Casi me siento mal por pensar que él era el traficante.

Sacude la cabeza con una sonrisa triste.

—Todo esto es contra el tráfico. Rescató a mi hermana hace unos años. De no ser por él, ella estaría muerta o, bueno...

«Secuestrada. Vendida. Maltratada».

—¿Cuántos años tenía?

—Quince. Es mi melliza. —Suspira—. Pasó unas semanas en el hospital, luego volvió a casa, pero no logró superarlo y prefirió estar en el refugio. no se ha ido desde entonces. Ahora ambos trabajamos para Dante.

Se me encoge el corazón.

Cuando me rescataron, pasé unos días en el hospital. Las enfermeras me hablaron de un refugio y estuve por aceptar... hasta que vi a mi mamá.

Parecía tan maltratada, triste y herida por mi desaparición que no podía volver a alejarme tan pronto. No nos habríamos vuelto a ver. Con esta decisión al menos tuvimos cuatro años más para nosotras.

¿Cómo habría sido mi vida si hubiera aceptado ir? ¿Tendría trabajo? ¿Habría tenido una relación con Dante desde mucho antes? ¿Tendría a Finn?

—Si le quedaba alguna duda sobre el trabajo de Dante, espero haberla aclarado —dice Javier, interrumpiendo mis pensamientos.

Se levanta un peso de mi pecho, pero se reemplaza con otro.

Todos estos meses deseé que muriera... pero no realmente. No puedo vivir en un mundo sin Dante. Traidor o no, mi corazón le pertenece y siempre lo hará. Él lo sabía, yo lo sé, solo estoy cansada de las traiciones y de los corazones rotos.

—¿Alguien te espera en casa?

Frunce el ceño.

—Vivo solo. ¿Por qué?

El calor sube a mis mejillas. No sé cómo pedirle compañía sin llegar a cruzar sus límites. Javier es lo más cercano que he tenido a un amigo... creo.

—Angelo... hizo algunas cosas cuando estaba aquí.

Enarca las cejas, se sonroja y sacude la cabeza

—No sé qué tiene que ver eso conmigo.

—Me dijo que Dante traficaba personas. Él. inventó toda una historia. Es malo y... ¡Sabe cómo entrar!

Asiente lentamente, con el ceño fruncido.

—El perímetro está rodeado. Hay un botón de pánico en cada baño. Si algo llega a ocurrir, debe presionarlo. Aunque, si le hace sentir más tranquila, puedo quedarme aquí hasta que Dante vuelva.

¡Bingo!

Asiento.

—Te arreglaré una de las habitaciones.

—Oh, no, no es necesario. Puedo dormir en el sofá abajo.

—Insisto. —Me pongo de pie—. Ve a buscar todo lo que necesites para la noche. —Se me pasa una idea por la cabeza—. Si puedes pasar a comprar algo, ve. ¡Tendremos una pijamada hoy!

Ríe, algo incómodo.

—De acuerdo... Bien, acepto. Pero solo por esta noche.

Sonrío, pero cuando me quedo sola, la sonrisa se desvanece y la tristeza se cierne sobre mí otra vez.

«Dante, por favor, vuelve».

Grita Por Mí (+21) [Terminado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora