Me traicionó una vez.
¿Cómo espera que vuelva a confiar en él?
Lana:
¿Qué haces cuando el príncipe de tu historia se convierte en el villano?
Hace dos años me rescató de una prisión solo para llevarme a otra peor.
Dante Cassano me traicionó.
Destroz...
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Dante no ha mostrado señales de vida.
Desde que me llamó hace una semana, no logro calmarme. Todos los días reviso el teléfono cada diez minutos. Me voy a dormir a su habitación, esperando que vuelva y me encuentre ahí...
¿Será así siempre si me quedo con él?
Me explicó que no puede llamarme porque podrían encontrarlo, rastrearlo o lo que sea. Si no llega luego de un mes, debo olvidarme de él, pero prefiero ignorar esa posibilidad.
Acababa de ceder. No quiero perderlo otra vez.
Javier ha intentado tranquilizarme estos últimos días. Después de las clases de defensa, me lleva al centro comercial para distraerme... Aunque su definición de distracción es dejar que compre lo que sea que quiera mientras se mantiene en silencio, vigilando, así que no es de mucha ayuda.
Finn se queda en casa con Greta. Me siento mal al dejarlo con ella, pero ella insiste en que está bien y no es un problema.
Durante la última semana he estado en modo automático. Acepto todo tipo de ayuda para poder ahogarme en mi ansiedad sin sentir culpa por no ser una buena mamá. El único momento que estoy consciente es cuando llevo a Finn a dormir.
Estoy aterrada.
Hoy se cumple una semana y aquí estoy: en su habitación, mordiéndome las uñas, con Finn ya dormido a mi lado, donde debería estar Dante.
Son las doce y no quiero dormir. No he tenido más que pesadillas. Pesadillas muy reales que ya viví, solo que esta vez Dante y Finn están involucrados y lo vuelve mucho peor.
No me importa si es un asesino, qué tan peligroso es, si todo es una mentira o si no conozco sus verdaderas intenciones. Estoy preocupada. Lo necesito. Necesito besarlo, abrazarlo, empezar de cero. Debemos volver a retomar esos meses donde nos enamoramos...
No puede morir ahora que estaba volviendo a él.
Se me llenan los ojos de lágrimas al ver el teléfono en silencio. No hay mensajes nuevos, ni llamadas perdidas. Nada.
He pensado en llamarlo, pero podría no contestarme—lo que me haría sentir mucho peor—, o podría distraerlo.
Alguien abre la puerta. Me doy la vuelta, con el corazón agitado, pero cae de golpe cuando veo a Greta entrar con una taza de leche, vainilla y canela, como todas las noches.
—Signorina...
—No ha llamado —susurro con voz ahogada.
—A veces tarda más... quizás tuvo un problema con su vuelo.
—Me habría llamado... ¿O no?
Deja el tazón en el velador con un suspiro. Luego se sienta a mi lado y me toma la mano.
—Dante no la dejará tan fácil... Nadie puede matar a la muerte, fidarsi di me.
Asiento, no muy convencida. Me duele el pecho y el estómago. Mi intuición me dice que algo va mal y no quiero pensar en ello. No quiero saber si tengo razón.