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—Si es mucho para ti, nos vamos

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—Si es mucho para ti, nos vamos. —Me toma la mano—. Puedo hacer esto solo, no hay necesidad de que...

—Necesito hacerlo... si no participo me arrepentiré toda la vida.

Suspira. Abre la última puerta y un olor repugnante entre desechos y sangre me golpea el rostro. Me quejo en voz alta, Dante resopla.

—¿Cómo soportas esto?

Se encoge de hombros.

—Costumbre.

La luz está prendida y parpadeando. Parece una escena sacada de una película de terror. Mi hermana está encadenada a una pared y Declan en una silla soldada al piso con un pie y unos cuantos dedos menos.

Hace una semana Dante me confesó que había mantenido a mi hermana y a su esposo encerrados desde que nos rescató. A Declan lo ha estado torturando para sacarle información. A Tara por ser cómplice en todo esto.

No lo culpo, secuestraron a su hijo.

Me dejó ambas sentencias a mí, aunque Declan morirá sin importar lo que yo decida.

Declan está amordazado, pero puede verme perfectamente una vez me planto frente a ellos. Suelta una risa y echa la cabeza hacia atrás. Mi hermana resopla sin ganas.

—Papá tenía razón —dice entre dientes—. Eres una puta molestia.

—Lana —llama Dante.

Miro en su dirección. Abre un armario repleto de distintos artefactos para golpear, matar, mutilar y torturar. Se me encoge el estómago.

—Realmente estás enfermo.

Se ríe.

—Usa lo que desees.

Estoy enamorada de un lunático.

Decido ocupar lo menos sanguinario: Un bate.

Dante pone los ojos en blanco, cruzándose de brazos.

Me acerco a mi hermana.

Me traicionó, me usaron y me torturaron por casi dos meses. Mantuvo a mi hijo encerrado quién sabe cómo.

Le doy un golpe en el estómago.

—Debió dejarte con esos imbéciles —gruñe después de tomar aire—. Estoy segura de que lo disfrutabas.

Le doy otro golpe, esta vez en la cara. Empiezo a mover el bate en la mano, respirando profundo.

—¿Que lo disfrutaba? —Otro golpe—. Pasé años encerrada en mi habitación, llorando. —Otro—. Todas las putas noches lloraba y no quisieron llevarme a terapia. No podía hablar ni con mi propia familia porque todos me dieron la espalda.

—Te lo merecías.

Otro golpe. Escupe sangre.

—¿Eso crees? —Me agacho frente a ella, con lágrimas en los ojos—. Yo no creo que hayas merecido lo que papá te hizo.

Grita Por Mí (+21) [Terminado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora