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Me ama

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Me ama.

Todavía me ama.

Recibiré mil puñaladas en el estómago si eso significa que está más cerca de perdonarme. Está demasiado asustada y herida para aceptarlo, pero sus sentimientos siguen ahí, ocultos.

Sus labios saben tan bien como los recordaba. Todavía puedo sentir el calor de su cuerpo. La tuve encima de mí y le recordé lo bien que se sentía estar conmigo.

—¡Debes decirle la verdad! —exige mamá mientras comprueba la herida. Alterada, añade—: No puedo hacerlo; tienes que ir al hospital.

Lo limpia con un paño empapado. Reclamo en voz alta. Quiero sacar el puto cuchillo.

—Le conté una parte —siseo—, no me escucha; no puedo obligarla a...

—Si puedes obligarla a estar en casa, puedes obligarla a escuchar.

—No es tan fácil, mamá.

Suspira. Se agacha y me toma la cara entre las manos. Están frías, pero tan suaves como siempre.

—La destrozaré si le digo la verdad —digo más calmado—. Intentará irse. Prefiero que me odie aquí a que lo haga lejos de mí. Tengo que cuidarlos.

Me pasa la mano por el pelo y me mira de nuevo con sus ojos grises. Desde que murió papá, no brillan de la misma manera.

—No puedo perderte a ti también.

Suspiro y niego con la cabeza.

—No lo harás. Confía en mí. —Le tomo una mano y la acaricio—. Sé lo que hago y por qué lo hago. Además, he tenido más éxito que papá cuando tenía mi edad —añado con una sonrisa para tranquilizarla.

Me acaricia la cicatriz de la mejilla. Esta vez sí me alejo de ella. No necesita recordar la primera vez que quedé malherido tras un rescate.

—Ya no soy un niño.

—Te comportas como tal desde que conociste a esa chica. —Se pone de pie—. Tienes que ordenar tus prioridades, porque todo lo que estás haciendo...

—Es por ellos.

Ambos conocimos versiones muy diferentes de la misma persona. Mientras el Francesco que ella conoció era un estratega que pensaba todo con la mente fría, el que yo conocí dio la vida por su hijo sin pensarlo dos veces.

—Todo lo que estás haciendo está mal. Estás actuando por impulso, y tu padre decía...

—Que debo ocultar mis emociones cuando se trata de casos externos, no cuando implican a mi familia.

Mamá me sigue escaleras abajo.

—Francesco nunca...

—Papá no quería que te lo dijera, pero él mató a los tipos que te hirieron.

Cuando llego al pie de las escaleras, la miro. Un recuerdo cruza su mente y da dos pasos atrás.

—No... ¿Qué te dijo? ¿Quiénes...?

—No sé quiénes fueron, ni qué hicieron. Solo dijo que fue la única vez que perdió el control. Hizo todo lo que estaba a su alcance para mantenerte a salvo, impulsivo o no, y fue porque te amaba.

Se lleva una mano al pecho y cierra los ojos.

—Ese idiota... podría habérmelo dicho.

Sonrío con tristeza.

A pesar de sus intentos por parecer un hombre sin sentimientos, la máscara caía cuando estaban a solas. Durante los primeros años bajo su cuidado creí que no quería a mamá, hasta que cumplí doce. Mamá cocinaba y le hablaba de su trabajo mientras papá la miraba con una adoración que nunca había visto en sus ojos.

Cuando comencé a trabajar con él, me mantuve cerca y presté atención a cada uno de sus movimientos. Luego de darle problemas por ser impulsivo, me habló de la única vez que él perdió el control, y de cómo agradecía haber guardado la calma para ese momento.

«No hay nada más importante que la familia, Dante», me dijo después. «Yo haría cualquier cosa por ustedes, pero también debemos saber cuándo atacar. No podemos dejar que nuestras emociones nos nublen el juicio, y si lo hacen... entonces debemos hacer que valga la pena».

Luego, como cada vez que comenzábamos un rescate, sacó una foto de su chaleco, la besó con los ojos cerrados, y la devolvió a su lugar.

El día que murió, le dio un último beso y la dejó sobre su pecho. Entonces dejó de respirar.

—Habría hecho todo con tal de mantenerte a salvo, mamá —continúo—. A ambos. Yo haré lo mismo. Lana ya ha pasado por mucho, y no permitiré que vuelva a sufrir.

Aprieta los labios y asiente.

—Solo ten cuidado. No puedes proteger a alguien desde la tumba.

Sacudo la cabeza y abro la puerta de entrada.

—No me alejarán de ellos. No otra vez.

Alonso me espera dentro del auto. Abro la puerta del asiento trasero y me aseguro de no mover mucho el cuchillo mientras me acomodo.

Odio este tipo de heridas.

Saco mi billetera del pantalón y miro las fotografías que guardo allí. Una es de Lana y mía, días antes de la boda, tonteando entre nosotros; la otra es una foto de mamá y papá. Aurora la tomó durante su boda y se la regaló a papá. No aceptaron sus sentimientos hasta unos dos años después, pero incluso entonces se podía ver cuánto la amaba.

Es la misma que besó el día que lo asesinaron, y no la he soltado desde entonces.

No pude salvar a mi padre, pero no cometeré el mismo error con mi familia.

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¡Hola!  

No me pude resistir y otra vez subí 5 capítulos, jeje. (Me decidí anoche)

¡Estén atentos el lunes! 

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Grita Por Mí (+21) [Terminado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora