¿Ella cree que soy el villano de la historia? Pues que así sea. No podrá ignorar sus sentimientos toda la vida. Asesino o no, su corazón aún me pertenece.
Tomo un cuchillo de la mesa y avanzo hacia ella. Su cuerpo tiembla, pero mantiene la postura firme. Ambas manos se ciñen en puños a sus costados, y sus ojos verdes me fulminan con odio.
—Aquí estás a salvo, bajo mi cuidado. —Por cada paso que doy, ella retrocede dos—. Aquí, preciosa, nadie tocará a tu hijo. Ni siquiera yo... Siempre y cuando no necesites mi ayuda.
—No te necesito —espeta.
—Lo haces. Crees que estás fuera del juego desde que te casaste, pero los demás no te han sacado del tablero.
—¿De qué hablas?
Choca con la pared. Su pecho sube y baja cada vez más rápido.
Pego mi cuerpo al suyo y paso la parte trasera del cuchillo por su rostro. Su respiración se agita, sus pupilas se dilatan y sus mejillas se sonrojan. No puede negar que me desea tanto como yo a ella.
—Los enemigos de tu familia y de tu esposo son tus enemigos también. —Bajo el cuchillo hasta su cuello. Su pulso se acelera y sus mejillas se sonrojan. Sigo bajando—. Si no llegaba yo a salvarte, no habría muerto solo ese imbécil. Habrían muerto los tres. —Llego a su pecho hinchado. Marcas de chupones y moretones se asoman por el escote. Tenso mi mandíbula—. O peor.
—¿Qué podría ser peor que morir?
La miro a los ojos. Estamos solo a unos centímetros de juntar nuestros labios, pero por mucho que desee hacerlo, es ella quien tiene la última palabra.
—Los habrían usado. —Hago una pausa—. ¿Sabes cómo usan a las mujeres, bella? —Sonrío al ver que no responde. Luego añado—: Sí, lo sabes. Lo sabes muy bien. Las usan hasta que se hartan de ellas.
Detengo el cuchillo sobre uno de sus pezones. Ambos se asoman erectos, cubiertos por el vestido que lleva puesto. Juego con él, pasando el lomo de un lado a otro. Frota sus muslos y un jadeo se le escapa.
—Luego las venden al mejor postor —continúo—. Los niños, por otro lado, también pueden ser usados de esa forma, aunque no suelen vivir más de un día cuando son tan pequeños.
Su respiración se acelera, sigo bajando.
—No te creo. Me dijeron que...
—Deberías. Soy el único en quien puedes confiar. En mí y en mi gente.
Planto el cuchillo en su mano. Ella lo empuña firmemente.
—Aquí lo tendrás todo. —Acaricio su mejilla—. La fortuna de tu esposo está en tu cuenta. Puedes comprar lo que necesites.
»Y no te recomiendo hablar con tus padres. No dudarán un segundo en revelar dónde estás y te aseguro que la familia de Stefan desea tener tu cabeza y la de tu familia en su sala de estar.
Tensa su mandíbula.
—Mis padres me ayudarán.
«Pobre cosita ingenua».
—Siento romper tus ilusiones, preciosa, pero no. —Solo de pensar en ellos, mi cuerpo arde con furia—. Ellos te metieron en esto en el momento en que permitieron que otro hombre pusiera sus asquerosas manos en ti.
Se queda sin aliento y se recompone, empujando su cuerpo contra el mío.
—¿Es eso? —resopla—. Estás celoso. ¡Mataste a mi esposo por tus malditos celos!
Nuestras narices se tocan. Rodeo su garganta y aprieto suavemente, presionándola contra la pared.
—No, amore. Mis celos no fueron la razón. Tu bienestar lo es.
—Estaba bien. Estaba feliz. ¡Me quitaste todo!
—Estabas viviendo una mentira. —Aprieto mi agarre—. Debías estar conmigo. Te devolveré todo lo que perdimos...
—No puedes devolverme a mi esposo. ¡No puedes devolverme mi vida!
Apoyo mi cabeza en la pared, a un lado de la suya. La piel de su cuello está a unos centímetros de mi boca. Estoy cansado de pelear con ella. Beso su cuello delicadamente y, como no pone resistencia, me quedo con lo que puedo tomar.
Mis recuerdos no le hacen justicia a lo suave que es su piel, a lo dulce que huele, o a los pequeños sonidos que se le escapan. Quiero enterrarme en su cuerpo y no volver a salir. Quiero besarla, tomarla, amarla de todas las formas que ambos deseamos.
—Te daré lo mejor, ragnetta. Te darás cuenta de que soy tu mejor elección. —Dibujo un camino de besos hasta la comisura de sus labios y me alejo unos centímetros—. Todo volverá a la normalidad y...
—Mataste mi normalidad. Todo estaba saliendo bien, ¡tú eres el problema!
Me alejo de ella y fijo mi mirada en sus ojos. Tiene tanto odio por mí que no puede ver más allá de las mentiras.
—¿Esas marcas en tu cuerpo son una señal de que todo salía bien?
Está al borde de las lágrimas, pero no cede.
—Ya. No. Te. Quiero.
—Tu cuerpo demuestra lo contrario, preciosa. Apuesto a que estás empapada. —Sonrío—. Dime, ¿estás recordando lo bien que te llenaba, lo alto que gritabas mi nombre o cómo me adueñaba de tu dulce coñito?
Su mano se dispara hacia mi cuello, pero logro detenerla a tiempo y la empujo contra la pared. Me obliga a apretar su muñeca hasta que deja caer el cuchillo con un quejido. Sus ojos furiosos se encuentran con los míos.
El orgullo se apodera de mi pecho.
«Ese es el carácter de mi mujer».—¿Por qué tocaste a Finn hace un rato? —Insiste. Y cuando ruedo los ojos, añade aún más molesta—: ¿Le hiciste algo?
—Cuando entré a la habitación, él estaba llorando en el piso. Debe haber rodado hasta caerse y tú estabas prácticamente inconsciente.
—Quizás le echaste algo a mi comida.
—Quizás. —No sé qué hice para que me crea un monstruo—. O quizás decidiste no dormir a pesar de estar exhausta y se te fue de las manos.
—Intenta dormir cuando matan frente a ti al amor de tu vida, ¡quien también es el padre de tu hijo!
Aprieto su muñeca aún más fuerte y me presiono contra ella.
El padre de su hijo. El amor de su vida.
Ella sabe que no soy tan imbécil como para creerme eso, y yo sé que ella no es tan débil como para haber dejado que le lavaran el cerebro. Todo lo que necesita es volver a confiar en la persona correcta.
—Él no era nada comparado a mí.
—Él era mucho mejor comparado a ti —escupe—. Lo era todo.
—Te conformas con muy poco. —Rozo sus labios—. Mereces ser tratada como una diosa.
Solo un movimiento. Eso es todo lo que necesita para besarme. Sus ojos se suavizan por un segundo.
Quiere hacerlo. Quiere estar conmigo...
«Por favor, bésame».
—Y, aun así, me tienes como una prisionera.
—No me malinterpretes, preciosa. Los estoy cuidando. Que te niegues a recibir mis privilegios es algo completamente distinto.
Entorna sus ojos.
—¿Qué ganas con todo esto?
—¿Aún no lo entiendes? A ti, ragnetta.
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Grita Por Mí (+21) [Terminado]
RomanceMe traicionó una vez. ¿Cómo espera que vuelva a confiar en él? Lana: ¿Qué haces cuando el príncipe de tu historia se convierte en el villano? Hace dos años me rescató de una prisión solo para llevarme a otra peor. Dante Cassano me traicionó. Destroz...