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Estoy exhausta, abatida. Me duele el cuerpo como si me hubieran golpeado hasta el cansancio.

No quiero pelear más. No quiero oír a Finn llorar. Perdí la noción del tiempo cuando subimos al auto; tengo hambre, frío y sueño. Solo quiero descansar.

Quizás lo mejor habría sido dispararme a mí misma en lugar de humillarme frente a él, pero no puedo dejar a Finn.

Solo me tiene a mí.

Nunca me arrepentí de traerlo al mundo, hasta hoy. ¿En qué lo metí? Sabía que podía interrumpir el embarazo, sabía que tenerlo podía ponerlo en peligro. ¿Por qué tomé la decisión más irresponsable?

El auto se detiene. Abro los ojos justo cuando Dante abre la puerta y me extiende la mano.

—Bienvenida, ragnetta.

Juro que mi boca se abre sola al ver la casa frente a mí. Es enorme, acogedora; incluso diría que es una casa familiar, todo lo contrario a lo que esperaba de un lunático que, hace menos de dos años, vivía solo en una habitación donde apenas cabía una cama.

A diferencia de su departamento, esta casa está llena de vida. Alrededor, hay arbustos, árboles, flores que no reconozco y un huerto de verduras.

¿Es de él? ¿O tiene a alguien más que se encargue de ese trabajo? No planeo preguntarle, pero me da curiosidad cómo una persona tan letal como él puede tener una casa tan... ¿normal? ¿Acogedora?... ¿Común?

Bajo del vehículo sujetando a Finn, sin aceptar la mano de Dante. Alonso arranca el motor y se aleja.

Me quedo de pie sin saber qué hacer.

No puedo irme; eso está fuera de discusión. No puedo arriesgarme ahora mismo, pero tampoco quiero entrar y quedarme encerrada. El terreno está rodeado por unas rejas altas que no podría escalar rápidamente, ni siquiera sin Finn en brazos. En la entrada hay dos matones que me ponen los pelos de punta. No se parecen en nada a las personas que me hirieron hace tanto, pero perfectamente podrían hacer lo mismo. De no ser por las enredaderas y arbustos afuera, la entrada parecería la de una prisión... y de alguna forma, lo es.

Mi estómago ruge y maldigo por dentro. No puedo pensar con hambre.

—Enviaré comida a tu habitación.

Me vuelvo y entorno los ojos hacia él.

—Prefiero morir de hambre, gracias.

Suspira y hace un gesto con la mano.

—Después de ustedes.

Obedezco. No me importa lo que pase; no despertaré al monstruo por el bien de Finn. Él es lo único que me preocupa.

Me detengo frente a la puerta. La mano de Dante se posa en mi espalda baja, y un escalofrío me recorre. Ya no siento mariposas, ni los nervios que tuve cuando lo conocí. Me empuja hacia las escaleras mientras me concentro en no vomitar.

Grita Por Mí (+21) [Terminado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora