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—A dormir, monstruito —murmuro vistiendo a Finn con un pijama de avioncitos

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—A dormir, monstruito —murmuro vistiendo a Finn con un pijama de avioncitos. Está tan grande que casi no le queda. Es increíble lo rápido que crecen.

Nos acostamos en la cama de Dante. Mientras él toma leche, yo miro el teléfono, esperando algún mensaje o llamada de él.

Pasan las horas. A las tres de la mañana aún no lo escucho llegar. Tampoco me ha hablado. Debió distraerse en el camino o algo.

«No, Lana, no está muerto. Solo se retrasó, quedó sin batería, o algo más razonable, pero no murió».

Pasan varios minutos donde no logro conciliar el sueño a pesar de mantener los ojos cerrados.

Un estruendo me hace abrirlos. Miro mis brazos, pero Finn no está conmigo.

Me siento en la cama y miro a mi alrededor.

A mi lado está el cadáver de Dante con los ojos abiertos y la mandíbula desencajada.

Esto tiene que ser una broma. No puede ser.

Me acerco a tocarlo. Una lágrima recorre su mejilla, pero no respira. Está frío y...

Una mano me jala del hombro. Al darme la vuelta veo a mi padre con una sonrisa y el rostro cubierto de sangre.

Hallo, Püppchen.

Me alejo de él, pero choco con Dante. Cuando vuelvo a mirarlo, Finn está sobre él.

Desmembrado.

Lo único que está conectado a su torso es la cabeza.

Dante lo abraza. Ambos están cubiertos de sangre. Muertos.

No escucho mis gritos. No puedo gritar. Tampoco puedo moverme.

«Mi bebé... Él no...».

—Tenía tantos planes para tu hijo —dice papá—. Pero al final solo quedas tú.

Miro a su lado. Mamá mira el piso, avergonzada. No se atreve a ver en mi dirección.

Alguien me tira del cabello. Sigo sin reaccionar a pesar de que me duele. Una mano sube por mi pecho y cuando miro hacia abajo estoy completamente desnuda. Alguien está bajo mi cuerpo, entrando y saliendo. Grito, pero me tapan la boca. Intento moverme otra vez, pero estoy atada.

Peleo con lo poco que tengo, sin importarme si me matan. Ya no tengo razones para continuar.

Los perdí a ambos.

Lana...

El tipo toca mis pechos.

Ragnetta...

Finn murió. Perdí a mi bebé. Sus ojos azules estaban apagados, al igual que los de su padre.

Y no pude hacer nada para mantenerlos a salvo.

Amore...

Tomo una bocanada de aire y me levanto de golpe.

Dante está frente a mí, con rostro cansado. Tiene a un Finn asustado en brazos, que se abalanza sobre mí en cuanto lo miro.

Los abrazo a ambos mientras lloro. Dante me sostiene como si su vida dependiera de ello y yo a ellos también. Cierro los ojos con fuerza.

—Solo fue una pesadilla —susurra en mi oído—. Estamos bien.

Asiento. No puedo dejar de llorar desconsoladamente.

Por un momento todo fue real. Los perdí a ambos. Me los quitaron.

—Ayer... ayer no...

—Llegué hoy en la mañana. —Me besa la sien—. Lo siento, tesoro. No creí que tardaría tanto.

Sacudo la cabeza.

Finn está bien.

Dante está bien.

Mi padre sigue sin aparecer.

Dante no se aleja de mi lado por varios minutos. Tampoco quiero que lo haga. La pesadilla se sintió tan real que esto parece un sueño al que vendría en caso de estar viviendo toda esa tortura nuevamente.

—Estamos bien —repite Dante, una y otra vez.

¿Pero por cuánto tiempo?



Grita Por Mí (+21) [Terminado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora