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Despierto de un salto

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Despierto de un salto. Busco con la mirada por la habitación, con el corazón agitado.

No hay bebés a la vista.

¿Dónde...?

—Aún duerme —susurra Dante—. Está bien.

—¿Cómo...?

Me pasa el monitor. Finn está dormido profundamente en su cunita, abrazando un peluche.

Suspiro. No me acostumbro a dormir así, mucho menos con Dante. Es agradable, me encanta, pero extraño a mi bebé por las noches.

—¿Ha despertado?

—Sí, pero yo fui a verlo. Está bien.

Me acurruco en su pecho y cierro los ojos.

—Perdón por despertarte.

—No podía dormir. No es tu culpa.

—¿Otra vez tienes problemas para dormir?

Sonríe contra mi cabeza y me acaricia la espalda.

—Solo estoy apreciándote. No me acostumbro a dormir con una diosa a mi lado.

El calor sube a mis mejillas y lo golpeo despacio en la espalda. Él solo se ríe.

Estamos durmiendo juntos hace casi dos semanas, creo. Arreglamos mi antigua habitación para que fuera solo de Finn. La habitación que antes era inquietantemente oscura ahora tiene color por todos lados. Incluso pintamos las paredes de un azul pastel, casi blanco. Nunca creí que podría estar así de feliz y tranquila con alguien... aunque, por supuesto, después de todo lo que he pasado es algo complicado no tener pensamientos negativos de vez en cuando. Sobre todo, cuando mañana es mi cumpleaños y mi madre aún no me llama ni responde mis mensajes.

—¿Quieres seguir despierta? —susurra con voz ronca.

—No, ¡y no más sexo! Tienes que dormir también.

Resopla.

—No eres la única con pesadillas.

Levanto la mirada, aunque no puedo distinguir su rostro por la falta de luz en la habitación.

—¿Las pastillas para dormir no ayudan?

Niega.

—Tú ayudas. Pero es algo más que me mantiene despierto.

—¿Puedo saber lo que es?

—No... son tonterías, nada de lo que preocuparse.

Suspiro y cierro los ojos.

—Cuando no podía dormir, mamá me decía que tenía que visualizar algo que realmente me gustara. Solía imaginar comida, así que me dormía hambrienta, pero funcionó... por un tiempo.

—¿Qué pasó después?

—Me secuestraron.

Sus brazos se aprietan con más fuerza a mi alrededor.

—Luego de eso ni siquiera quise cerrar los ojos —continúo—. Sentía que no podía estar segura en mi propia habitación porque, por mucho que quisiera alejar los recuerdos, volvían una y otra vez... Y ellos me agarraron en el patio.

Pasé años convenciéndome a mí misma de que yo había salido sin el permiso de mi padre, pero no. Alguien lo planeó y, después de lo que Dante me dijo el otro día, puedo imaginarme quién fue, aunque me niego a aceptarlo.

—¿A qué te...?

—Alguien los dejó entrar para que me llevaran. —Se me revuelve el estómago al admitirlo en voz alta.

—¿Estás segura de eso?

Asiento.

—Las reglas eran claras: Nunca salir sola. Ni siquiera cuando era más joven se me permitió. Ni siquiera dejaba que mi madre me sacara sola, siempre debíamos ir acompañadas.

—¿Y tu hermana?

—Ella solía salir con papá o con alguien más de seguridad. Por lo general para ir al centro comercial. Me odiaba, pero de saberlo, me habría advertido.

Suspira.

—Todo eso ya se terminó. Nadie puede herirte aquí dentro. Nunca más.

Le acaricio el cabello con las uñas.

—Lo que pasó con Angelo no fue tu culpa.

—Lo fue.

—No. Tampoco fue mía. Solo jugó bien. Agradezco que me haya querido a mí y no a Finn.

—Debí matarlo apenas puso sus manos en ti. Nunca me perdonaré por no hacerlo.

—Te pedí que no lo hicieras.

—¿Y estás bien con eso?

Cierro los ojos.

—Por mucho que odie ser así de estúpida por ponernos en peligro, sí. No me gustaría que lo mataras.

Amore...

—Yo no... no me gustaría ver eso. Además, aparte de las drogas, lo estaba usando para ponerte celoso. Supongo que el karma hizo lo suyo.

Su agarre se aprieta.

—No vuelvas...

—Lo sé, lo sé... de todos modos, no me gustaría saber que mataste a alguien por mi culpa.

Su postura se tensa.

«Genial».

—Ya lo hiciste.

—Varias veces.

Me río y sacudo la cabeza, acurrucándome en su pecho otra vez.

—Mi vida nunca será normal, ¿cierto?

—Nunca. Pero, ¿qué es normal en este punto?

Sonrío. Levanto la cabeza para besarlo. Bajo la mano por su mejilla y acaricio la cicatriz que tiene sobre el labio.

—Durmamos. Debes estar exhausto.

Me acurruco otra vez, escondiendo el rostro en su cuello.

Buonnanote, amore.

Grita Por Mí (+21) [Terminado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora