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 Pasan unos minutos antes de que se quede dormida

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 Pasan unos minutos antes de que se quede dormida.

Finn entra a la habitación a las diez en punto, con un peluche en la mano. Se sube a la cama por su cuenta y lo acuesto sobre mi pecho. Él se queda tranquilo, mirando y acariciando torpemente a su madre.

Si Tara ya le enseñó la parte mala de la vida, no dejaré de culparme. No se lo confirmaré a Lana, pero será una carga que tendré sobre los hombros siempre.

Me arrepentiré toda la vida de no sacar a Lana de ese lugar antes de que todo explotara. Me la habría llevado. Habría usado mi cuerpo como escudo de ser necesario. Habría muerto ese día si eso significaba tenerla lejos de cualquier peligro.

Actuar irresponsablemente me había dado mi reputación. Lo hacía porque no me importaba morir. Mamá había perdido al amor de su vida por mi culpa y no me atreví a suicidarme, así que ¿por qué cuidarme? En ese tiempo creía que mamá me odiaba, no pensaba en lo mucho que le dolería mi muerte.

Pero conocí a Lana y empecé a ser precavido.

Ser despreocupado sobre mi vida me daba oportunidades únicas para matar. Ahora que no quiero dejar de vivir, pienso más en las posibilidades de poder terminar en un ataúd, o en una cama de hospital con muerte cerebral.

De solo imaginar a Lana con Finn en brazos, tomando la decisión de desconectarme, hace que me duela el corazón.

No podría hacerles eso.

Lana me hizo cambiar la perspectiva de mi vida. Me dio razones para vivir.

No puedo desaparecer del mapa. No aún. No sé si en algún momento podré dejar la organización, si en algún momento se cumplirá mi sueño, pero me gustaría pensar que, en el futuro, estaré con Lana, besando sus arrugas y viendo cómo nuestros hijos tienen a nuestros nietos.

A salvo. Vivos. Sin miedo.

No le daré a Finn la carga de seguir con la organización si no lo quiere. No lo criaré con esa mentalidad. Me da igual lo que decida mientras lo desee de corazón. Incluso si Lana decide que quiere más bebés, a ninguno le impondré ese camino. Debe ser algo que ellos quieran, y no me opondré a lo que decidan hacer con sus vidas.

Todo lo que Lana y yo no tuvimos, y más, lo tendrán ellos.

Horas más tarde, mamá se queda en el segundo piso para escuchar si Lana despierta y necesita ayuda con algo

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Horas más tarde, mamá se queda en el segundo piso para escuchar si Lana despierta y necesita ayuda con algo. Yo me obligué a ponerme de pie para venir a desayunar con Finn porque, además, tengo que darle una orden a Javier.

Estoy exhausto y solo quiero acostarme a un lado de Lana y dormir.

Javier entra al comedor mientras Finn come. Dejo a mi hijo en su silla.

—Necesito que llames a la niñera, Imogen. ¿Tienes su contacto aún?

—Sí, señor.

—Bien. Que venga lo antes posible.

Asiente y da la vuelta para irse, pero cuando pone la mano en el manillar, no abre. Me mira.

«No tengo paciencia para esto hoy».

—¿Lana está...?

—Inestable. Pero se recuperará.

—Sinceramente...

—No pedí tu opinión.

Resopla.

—¿No querrá verme?

Entorno los ojos.

—¿Por qué querría verte a ti?

Se encoge de hombros

—Porque soy su amigo.

Amigo —resoplo—. Un amigo que la condenó a repetir sus traumas del pasado. Un amigo por el que mi hijo podría haber muerto.

—Con todo el respeto, señor, yo la ayudé cuando usted la hirió.

—¿Yo?

—Ella solo le pidió honestidad y usted le pagó mintiendo —Me mira serio—. Yo estuve con ella. Iba a acompañarla a Irlanda, pero cambió mi boleto.

—Sabías lo que podía hacer, Javier. ¡Estabas consciente...!

—No lo sabía. Ese fue mi error: mi exceso de confianza hacia ella, pero tampoco puedo culparla por su decisión cuando la persona en la que más confiaba terminó traicionándola.

Me acerco a él, haciendo sonar mis nudillos. Lo miro fijamente a los ojos. Ni siquiera se encoge en el lugar. Ni siquiera porque sea más grande que él. Mantiene la expresión despreocupada.

—Hice lo que debía hacer —insisto.

—Hizo lo que creyó que era lo mejor. Lana y yo también lo hicimos. No puede culparnos por las decisiones que tomamos para ayudar a otros, pero sí por los motivos.

—¿Insinúas que mis motivos no eran buenos?

—No para mí. Debió decirle la verdad en cuanto tuvo oportunidad, no jugar con sus sentimientos.

Agarro el cuello de su camisa y lo empujo contra la pared más cercana.

—Mira, niño. Te perdoné el error que cometiste, pero no permitiré que cuestiones las cosas que hice en mi propia casa. Tuve mis razones para hacerlo y ninguna te concierne a ti.

Su ojo izquierdo tirita.

—Y nosotros también tuvimos nuestras razones. Ahora, ¿puedo verla? Quizás necesita un amigo.

—Soy tu jefe. Te dirigirás a mí como...

—Lana es mi jefa —interrumpe—. Me lo dijo el día que no le hablé de su desaparición. Usted también me lo recalcó. Creo que lo mejor es que alguien en esta casa le sea leal a ella y no a usted.

—Javier...

—Ahora, si me disculpa, tengo que seguir con las investigaciones y debo llamar a la señorita Butler. ¿Puedo hacer mi trabajo?

Lo suelto.

—Estás caminando en un campo minado.

Sonríe.

—Con todo el respeto, señor, sé que me necesita, y sé que Lana no permitirá que me despida. No obstante, no planeo faltarle el respeto, pero sí informarle que, debido a sus últimas decisiones y acciones, mi admiración por usted se vio comprometida. Lana está completamente sola y necesita un apoyo que no sea usted. Así que espero que comience a reconsiderar sus acciones en lo que a ella respecta.

»Conozco mis errores y no volveré a cometerlos. Así que agradecería si no vuelve a mencionarlos. —Se aleja hacia la puerta—. Volveré en unas horas con la señorita. Buenas tardes.

Y con eso se va.

Suspiro frustrado y miro a Finn, que sigue comiendo.

Creo que necesito dormir o seguiré cagándola.

Grita Por Mí (+21) [Terminado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora