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Declan Byrne

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Declan Byrne.

Postergué este trabajo durante varios meses, pero ya no puedo pasarlo más por alto. El hijo de puta está moviéndose rápido y alguien debe detenerlo.

Si puedo terminar con el problema de raíz, es lo mejor.

Detengo el auto frente a su propiedad, o una de las tantas que tiene. Mis hombres están en los autos detrás de mí, esperando que les dé una señal.

Es todo o nada. Odio ponerlos en esta situación y necesito unos minutos para borrar cualquier culpa por la futura muerte de mis hombres.

Mi padre me advirtió sobre la mente fría en el trabajo. Él siempre llevaba una cara de póquer, incluso cuando sus compañeros morían. Jamás perdía los nervios. ¿Pero yo? Puedo parecer tranquilo por fuera, pero por dentro hay toda una batalla entre lo que que debo hacer y lo que quiero hacer, sin contar el peso de todas las vidas bajo mi cargo.

Si bajo la guardia un segundo o me preocupo por los demás, soy hombre muerto. Eso fue lo que le costó la vida a mi padre. No cometeré el mismo error.

Saco las fotos del chaleco. Beso ambas, cerrando los ojos.

Todo saldrá bien. Volveré a casa.


Entro a la última habitación. Mis hombres siguen peleando.

Declan tiene a una chica semidesnuda frente a él. Le apunta con un arma en la cabeza. La chica me mira aterrada mientras el hijo de puta me sonríe.

—Suéltala, Declan.

Apunto con el arma, aunque no pueda dispararle. Usará a la chica de escudo humano y no me arriesgaré a darle a ella.

—Creí que estarías de luto después de la muerte de Lana. Es curioso, no encontramos ningún cadáver en el lugar.

Tenso la mandíbula.

Errores. Uno tras otro. No dejo de cometerlos.

—Yo me llevé sus cuerpos. Son unos hijos de puta enfermos, no iba a dejarlos ahí para que los usen, quién sabe cómo.

Se ríe y agacha la cabeza hasta el cuello de la chica. No debe pasar de los dieciocho. Tiene toda una vida por delante.

Ella tiembla y cierra los ojos, con la respiración entrecortada. Aprieta los puños en su cadera.

El enfermo lame su cuello y la toca.

—Stefan mencionó que la entrenaste bien. —Me mira a los ojos—. Que soportaba los golpes como toda una campeona.

No necesito oír esto.

—Déjala ir, Declan.

—Pero es mi juguete. —Hace un puchero—. ¿No quieres probarla? Apuesto a que sabe mejor que Lana.

Le arranca lo que queda de su ropa. Ella llora y se queja, pero no habla. No ruega que se detenga. Acepta todo lo que le hace, y no es por el arma en su cabeza.

¿Cuánto la torturaron para que se haya dado por vencida?

—Entrégame a Lana y te regalo esta belleza. —Le lame el rostro—. Junto con otras que tengo guardadas.

—Lana está muerta.

—No te hagas el tonto. Mis hombres iban por ella cuando te vieron meterla al auto con su hijo. —Su sonrisa se enancha— ¿o debería decir...?

—Si no quieres que te vuele los sesos, cállate ahora mismo.

Se ríe.

—Oh, pero ¿dónde estaría la diversión? —Pasa su mano por la piel desnuda de la chica—. Angelo me dijo que la probó. ¿Sabías que trabajaba para nosotros?

«No seas impulsivo».

«Lo necesito vivo para encontrar a los demás. Lo necesito vivo».

—Es tan fácil entrar a esa casa. Creo que pasaré un buen tiempo con Lana cuando sea mía.

—Inténtalo y te juro que...

—Oh, sé cómo trabajas, Dante. Y también sé lo blando que eres —resopla—. No le llegas ni a los talones a tu padre. —Mira a la chica—. Sé libre, hermosa.

La suelta. Ella mueve la cabeza para mirarlo antes de echar a correr.

Estiro el brazo, pero antes de que logre llegar a mí, el estruendo de los disparos me llena los oídos. El rostro de la chica pierde toda señal de vida y cae a mis pies. Apunto a Declan y disparo, pero este sale por la ventana mientras da tiros al aire.

Lo sigo, me asomo por la ventana y un dolor punzante se hace presente en mi pecho. El miedo se apodera de mí. Paso la mano por el lugar y se me llenan los dedos de sangre.

Declan mira hacia arriba con una sonrisa. Está rodeado de sus hombres, a punto de entrar a un auto.

—Me aseguraré de que Lana reciba tus saludos. Será interesante tener a las dos hermanas a mi disposición.

Dispara otra vez y el dolor se acentúa en mi hombro.

Caigo al piso y busco las fotos. Cada respiración duele, con cada segundo se me nubla la visión.

No quiero morir. No puedo morir. Debo ver crecer a Finn. Debo darle a Lana la vida que se merece. Debo entrenar a alguien para que se encargue de la organización...

Tengo mucho por hacer.

Sombras me rodean, murmuran, pero no oigo nada coherente. Solo quiero ver las fotos una vez más. Necesito ver a mi familia.

No siento las manos. No siento el cuerpo.

Debo sacarla de ahí.

No puedo dejarla.

No puedo...

Grita Por Mí (+21) [Terminado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora