2º ¿que mierd*?

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     No tenía tiempo para plantearme nada ahora, ni el como ni el porque, ni siquiera que mierda era lo que estaba pasando en este momento, solo sabía que algo había asesinado a mi abuela, y que si no actuaba rápido yo iba a terminar corriendo con la misma suerte. Estaba levemente mareada por el último golpe que me había dado, pero sabía que como había tirado el cajón debía haber algo en el piso que pudiese utilizar como arma, lo que fuera. Me arrastre resvalandome por el piso sangriento sin querer mirar demasiado el cuerpo hasta llegar a agarrar un gran cuchillo que se encontraba cerca de la mesa y apoyandome en ella me puse de pie.

     Del otro lado de la habitación la mujer serpiente se peleaba con él chico intentando agarrarlo con sus ensangrentadas manos, pero hasta ahora este conseguía alejarla con patadas y le había hecho un par de cortes más con el cuchillo que tenía en la mano, aunque el primero seguía enterrado en la espalda de la criatura. Ese tenía que ser mi blanco, si él había apuntado allí debía ser porque se encontraba cerca de un punto débil, o al menos eso esperaba. Me acerque lentamente, observando sus movimientos, se estaban dirigiendo lentamente hacia el rincón de la cocina con un gran ventanal que daba al patio, en un intento de acorralarse, un par de pasos mas y el chico estaría de espaldas al vidrio con aquella cosa frente a él, ese era mi momento.

     Espere un poco, acercandome lo más silenciosamente que pude, pero estaban tan concentrados en el otro que dudo que me hubiesen notado si gritaba. Tome fuertemente el cuchillo con las dos manos y lo hundí profundamente en la espalda de la criatura, a la vez que esta soltaba un grito desgarrador, pero aún así no solté mi agarre. Vi como el chico dirigía su mirada a mi con sorpresa al verme aún empujando el cuchillo, sin poderselo creer, llevando la mirada una y otra vez de mi al cuchillo hasta que lo libere, desenredando mis dedos como si hiciera años que se encontraran ahí agarrados. Tomo a la criatura que aún producía algún que otro gemido agónico y con una patada rompió el vidrio de la ventana y la incrustó en el borde afilado, donde ésta finalmente se calló.

     Flexioné mis piernas inconscientemente y me deje caer al piso con la respiración agitada, aunque no sabía muy bien cuando me había agitado, pero en este momento esa era la última de mis preocupaciones. Mire mis manos manchadas de sangre, una más roja, que seguramente era de mi abuela, y otra más oscura y densa, que me había salpicado al apuñalar aquella cosa. Nunca antes había tenido sangre en mis manos, no de aquella forma, pero nunca antes me había pasado algo así, nunca había tenido a alguien muriendo en mis brazos ni había tenido que luchar por mi vida. No sabía que se suponía que hacer ahora, solo conseguía mirarme las manos para no comenzar a llorar, no podía terminar de aceptar que todo esto realmente estuviera pasando.

     Pegue un salto al sentir que un par de manos se apoyaban en mis hombros y comencé a retroceder. Él me miraba con ojos casi tristes, casi con lástima, mientras intentaba volver a poner sus manos en mis hombros.

     - Vamos, tenemos que irnos - me dijo lentamente, mirándome a los ojos en busca de respuestas- no es seguro quedarnos aquí. Vamos.

     Volví a mirarlo, entendiendo pero sin entender, era todo tan surreal. No podía haber pasado realmente, ¿no? hacía solo unos minutos yo estaba leyendo en el ómnibus, mi abuela no podía estar muerta ahora, todo esto no podía haber pasado realmente, mi mundo no podía haberse dado vuelta tan fácil. Sus manos fueron firmes en mis brazos y me pusieron de pie, pero sin soltarme, casi esperando que me volviera a desplomar, pero conseguí mantenerme firme.

     - Vamos - volvió a repetir, ahora tomando mi brazo y cinchando. Comencé a dejarme llevar, realmente no entendía nada, no podía pensar ni decidir nada ahora, solo dejarme llevar, aunque me acordé de algo.

     - Espera - le dije después de aclarar un poco mi garganta. Aún así mi voz sonaba ronca - espera, tengo... tengo que agarrar algo. 

     Fui rápidamente hasta el cuarto de mi abuela y saque la caja que ella antes había mencionado de abajo de la cama. Había agarrado mi mochila a la pasada, dentro de ella metí la caja, un retrato que tenía en su mesa de luz y mis documentos, aunque no estaba demasiado segura de para que. Salí de la habitación en piloto automático y me encontré nuevamente en la cocina, y supe que era una imagen que nunca me iba a abandonar, los cuerpos, la sangre... me aproxime nuevamente al cuerpo de mi abuela, sintiendo la presencia del chico detrás mio, y me arrodille a su lado para cerrarle suavemente los ojos, y no pude evitar que las lagrimas comenzaran a caer de mis ojos mientras le dejaba un suave beso en la frente, sin saber que más hacer.

En el amor y la guerra, todo se valeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora