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Las caras serias al rededor de la habitación habían conseguido bajarme un poco más a la realidad. Bastian había conseguido des armar la fiesta en un tiempo récord, supongo que el miedo del último ataque seguía más latente de lo que había creído. De mientras había enviado unos mensajes a los dioses, Zeus, Hades, Atenea, Artemisa y Ares habían armado instantáneamente una reunión con algunos de los soldados y generales, además de que los lobos estaban en camino.

Apenas los dioses habían llegado nos hicieron relatar lo sucedido varias veces, para cerciorarse de que no nos olvidabamos de nada, aunque era imposible sacar al espeluznante encuentro de mi mente, no terminaba de entender lo que había querido decir la sirena. Un cosquilleo nervioso me recorría toda la piel, y no estaba segura si eran imaginaciones mías o verdaderamente se originaba del tatuaje como sentía.

- Tenemos que adelantar el encuentro de partenónes, cuánto más concentración de guerreros tengamos en el predio mejor preparados estaremos para un ataque- decía Ares claramente enojado.

- Podemos adelantarlo pero no solucionará nada si no sabemos quien está verdaderamente de nuestra parte, es llenarnos de serpientes.- Le contestó Atenea con la misma fiereza- no podemos precipitarnos.

- Pero tampoco podemos ignorar la advertencia- retrucó él.

- En los nórdicos podemos confiar sin duda, hemos peleado juntos antes y nunca entre nosotros, no hay ninguna razón para que estén detrás de esto- estableció Zeus y nadie pareció opinar lo contrario.- y aunque tampoco creo que los egipcios nos traicionacen no puedo estar tan seguro de ello. Necesitamos alguien que se infiltre entre ellos apenas lleguen, que se gane su confianza y pueda darnos una visión desde el interior.

Inmediatamente los ojos de todos se posaron en Bastian y en mi que no nos habíamos separado en ningún momento. Definitivamente no pensaba ser la espía de los dioses, no me sentía capaz de ello, menos aún con la extraña energía que me molestaba.

- Yo lo puedo hacer- dijo el rubio sin el más mínimo rastro de duda en su voz- no sería la primera vez que trato con ellos, además de que mi físico me favorece.

- Lindo ego niño bonito, pero no te confíes demasiado en él- dijo una voz conocida a nuestras espaldas con un dejo de enojo. Los lobos habían llegado.

Ian tenía ojeras levemente marcadas debajo de sus ojos verdes y una barba de un par de días decorando la línea de su mandíbula, se veía extrañamente sexy así, de una forma un poco más cruda que lo usual. Pero sus ojos no me miraban al menos no directamente a mi, sino que miraban al semi-dios a mi lado, ojos azules y verdes se encontraban con odio, en una clara guerra de testosterona que no terminaba de entender del todo.

- Estoy seguro que Ian tendrá el cuidado adecuado, aunque nunca está de más prestar atención extra, en especial dada nuestra situación. - Aseguró Hades a la vez que hacía en gesto para que Ian y los demás lobos se sentaran, este tomando el lugar libre a mi izquierda con el gesto extrañamente rígido y aún sin mirarme.

- No hay afiliaciones agresivas conocidas entre las criaturas y nosotros, aunque tampoco se puede descartar esta posibilidad; tendremos que pedirles a todos los anfitriones que tengan un cuidado especial y notifiquen de cualquier comportamiento sospechoso.- continuó Zeus dando por saldado el asunto.- con algo de suerte podremos capturar algún traidor antes de que la situación se torne demasiado grave y así sacarle algo de información sobre el origen de todo esto.

- Pensaba que yo tenía que ver con el origen de esto- dije sin poder evitarlo ganándome miradas de sorpresa por parte de todos.

- Y así lo es querida - me contestó mi supuesto abuelo de forma seria- tu nacimiento indudablemente fue el detonante de estos sucesos, pero creemos que hay algo más detrás de ellos.

En el amor y la guerra, todo se valeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora