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Apreté la almohada que tenía entre mis brazos soltando un suspiro frustrado, definitivamente hoy iba a ser una noche sin sueño, había demasiada información nueva en mi cabeza, demasiadas preguntas.

La cena había sido deliciosa, Ermine nos había preparado un tradicional risotto que estaba para chuparse los dedos, y junto con los demás habíamos compartido nuestra primera comida en Roma, aunque terminó siento bastante más que eso. Resulta que nuestro grupo de anfitriones eran madre e hijos, por más increible que pareciera los gemelos Samuel e Harael eran hijos de Ermine; los padres de Ermine habían hecho un trato con los ángeles al nacer la niña, que tenía muchos problemas de salud, pero el costo era que sus hijos tendrían que quedar al servicio de los seres angelicales, por lo cual al quedar embarazada le habían ido suministrando pequeñas dosis de sangre de ángeles, para fortalecer a sus bebes, habían sido esas dosis que les habían otorgado algunas habilidades especiales, similares a las que poseen los propios arcángeles, pero también habían ocasionado que dejaran de envejecer al llegar a su estado óptimo como guerreros. Una parte de mi no podía creer que ella estuviera dispuesta a tal intromisión en su vida y la de sus hijos, a entregarlos y entregarse de esa forma a los ángeles, pero era claro que era una mujer de gran fe, y en ningún momento pareció dudar de sus elecciones. Desde hace años los muchachos formaban parte de un pequeño grupo de guardianes que se encontraban desperdigados a lo largo de Italia mayoritariamente, debido a que por aquel país cruzaban muchas lineas de energía, particularmente creando puntos de convergencia, que potencialmente podían ser utilizados por diferentes seres sobrenaturales. Al parecer mientras patrullaban unas noches atrás habían percibido una gran fluctuación en una de las convergencias más grandes de la zona y al llegar al lugar habían encontrado restos de un ritual pagano, pero habían sido incapaces de reconocer la frecuencia de la energía que había quedado en el lugar; es aquí donde entrabamos en juego todos nosotros. Bueno, esto es lo que nos habían contado oficialmente en la cena al menos, no había podido hablar nuevamente con Ermine luego de la cena, me había dicho que necesitaba descansar y podía contestar a mis preguntas a la mañana siguiente, cuando todo fuera más seguro. Aún así, no conseguía sacar demasiado en claro de todo aquello, de como mi madre parecía tener una conexión con esta señora, una conexión que nunca había plasmado en sus diarios y que mi padre ignoraba completamente; y como mi madre había conseguido acceder a todo este universo que se suponía que ignoraba era algo que no tenía idea.

Frustrada patee las mantas lejos apoyando mis pies descalzos en el frío suelo, sintiendo como el frío comenzaba a subirme por las piernas, mi atuendo de musculosa y short claramente no eran suficientes, así que tome una campera a la carrera a la vez que salía de la habitación rumbo a la cocina, con algo de suerte habría te de manzanilla y me ayudaría a conseguir algo de sueño, quería estar descansada para lo que fuera que nos esperaba al día siguiente.

Con un poco de esfuerzo y a fuerza de probar conseguí llegar a la cocina, me encontraba revolviendo los estantes altos de la despensa luego de haber puesto agua a calentar cuando escuché un ruido proveniente del pasillo; en un segundo había agarrado una cuchilla de la mesada y estaba parada en posición de ataque hacia la puerta, los instintos dominando mi cuerpo. Apenas un par de segundos después la enorme figura de Harael atravesaba la puerta, enfundado en ropas oscuras y cargando un pequeño cinturón con algunas dagas en fundadas.

- Voy a darte puntos por estar atenta y preparada, pero no corres ningún peligro dentro de esta casa- dijo, por primera vez dejándome escuchar el melodioso tono de su voz, menos grave de lo que me esperaba. - al menos no el tipo de peligros de los que te puedes defender con un cuchillo.

- Lo siento, me he llevado algunas sorpresas desagradables - le dije viendo como comenzaba a desprenderse de sus armas y dejarlas prolijamente en la mesa.- ¿A qué te referías con peligros para los que no necesito un cuchillo?

En el amor y la guerra, todo se valeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora